Sabe de imposibles más que nadie. Cuanto más difícil sea un objetivo, más ganas, esfuerzo y dedicación le pone. Araceli Segarra fue la primera mujer española en llegar a la cima del Everest. Está acostumbrada a vivir por las alturas, pero eso no le hace perder el norte y tocar con los pies en el suelo con lo que ve a su alrededor. Y se indigna tanto o más que cuando tiene que abortar una expedición.
La escaladora leridana, como cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, sabe que el juicio que este martes ha empezado costará que vaya cuesta abajo. Se tendrá que picar piedra con piolets y crampones y no será nada fácil llegar a la cumbre de la justicia. Pero ella hará todo lo que esté en sus manos para aportar su granito de arena a la causa. Por esto, porque ella se implica en todo hasta el tuétano, no entiende que haya iguales como ella que no hagan lo mismo y que pasen de perfil por la realidad: "Nos juzgan a tod@s porque yo pedí votar y ejercer mi derecho legítimo a expresarme. Menos postureo y más implicación por parte de deportistas, actores, pensadores y personajes con voz y criterio. Que son 9 los presos politicos en la cárcel". Mensaje a navegantes y a colegas de profesión que no se quieren dar por aludidos y que no se mojan exigiendo justicia:
Segarra es consciente de que ser tan drástica le puede traer animadversiones, críticas y pérdida de seguidores y/o amistades. Pero se la trae al pairo: "No me importa perder seguidores, por publicar esto. Quien no pueda entender este derecho prefiero que abandone este muro". Más claro no se puede decir. Y más alto, ella que sabe de alturas, tampoco. Y por si a alguien le queda alguna duda, otro de los mensajes que ha publicado recientemente en sus redes sociales también tenía una fuerte carga crítica:
Una actitud que ha sido más aplaudida incluso que sus hitos por las montañas de todo el mundo:
Probablemente Araceli Segarra tenga muchas ganas de volver a gritar "¡Hemos hecho la cima!". Pero no en un pico de 8.000 metros, sino dentro de la sala del Supremo.