Ahora que se acercan las fiestas de Navidad, los que empezamos a ser 'carrozas' tenemos una frase y una melodía esculpida en la mente: "hola, soy Edu, feliz Navidad". Nos lo repitieron tantas veces en la tele que no creó un surco en el cerebro, no: eso es el canal de Suez. El protagonista era un niño con gafas que no paraba de llamar por el móvil. Estábamos en las postrimerías del siglo XX y la vorágine telefónica era imparable. Y Edu, con su voz infantil, era una criatura que primero mirábamos con ternura, después con hartazgo y, finalmente, con ganas de taparle la boca y lanzar el terminal por la ventana. No fue necesario: poco a poco su presencia fue disminuyendo y, mira por dónde, algunos lo echaban de menos años más tarde.
Edu, o mejor dicho, el catalán Enric Espinosa, su nombre real, conoció el éxito de bien pequeño: tenía 6 años. Una fama nada fácil para una criatura que, hasta aquella campaña publicitaria, hacía una vida absolutamente normal. La frase y la cancioncilla le hicieron la vida imposible durante un tiempo, hasta que creció y recuperó el anonimato. Tardamos décadas hasta volver a verlo, invitado en el inclasificable Hora Punta de TVE, donde presentaba un aspecto muy diferente. Pero nada comparable a cómo lo hemos visto en Obrim Fil de Xavier Sardà: Edu es un "tiarrón" que se machaca en el gimnasio, es desarrollador web, lleva peinado de moderno y a duras penas lo puedes identificar con el maldito spot. El cambio es notable y radical.
Edu es como 'el almendro': vuelve a casa por Navidad.