El corazón de la afición culé ha vuelto a latir fuerte gracias a las de siempre: las chicas del Barça. Después de una semana horripilante, con derrotas crueles del masculino en Champions y en el Clásico, y el sorprendente porrazo en la ida contra el Chelsea femenino, el sábado llegaba la revancha. Las Aitana, Patri, Salma, Engen, Paredes, Alexia y compañía conquistaron Stanford Bridge, como hace años hicieron Iniesta, Messi, Xavi o Guardiola. Remontada y directas a la gran final de Bilbao del 25 de mayo, donde espera una bestia negra: el OIympique de Lyon. A la tercera, la vencida. Sería, curiosamente, el tercer máximo trofeo continental. Este es el plan.
La victoria, merecidísima y haciendo justicia a aquello que se vio una semana antes en el césped del Estadi Olímpico, ha desatado la euforia. Llegar a la quinta final de manera prácticamente consecutiva es un hito que bien vale una celebración. Si en la final se supera a las francesas será el delirio, pero de momento ya se ha conseguido que todo el planeta fútbol mire con respeto, admiración y en algunos casos, envidia, al FC Barcelona. Y por descontado, a las jugadoras de la plantilla, las auténticas responsables del éxito. Estamos seguros de que, por ejemplo, en Dinamarca se ha seguido con interés la eliminatoria. Y nos aventuramos a apostar a que las culés eran el equipo favorito de la afición escandinava. Por razones futbolísticas, pero también por un detalle que les hace sentir como en casa: una de las cracks catalanas es idéntica a una princesa: Isabel, de 17 años, hermana del heredero Christian.
Minuto 86 del partido de vuelta en Londres, con 0-2 en el marcador. El entrenador Jonatan Giráldez mueve el banquillo, ganando unos instantes valiosos para llegar en el silbido final de la colegiada rumana Iuliana Elena Demetrescu, quien dignificó el trabajo que había ensuciado, una semana antes, su compañera francesa, Stéphanie Frappart. La gran Caroline Graham Hansen abandona el terreno de juego y entra Clàudia Pina, una de las grandes joyas de futuro. Clàudia, con su habitual look de pelo recogido en una coleta, ayuda al equipo a mantener la distancia y es una de las afortunadas que puede celebrar la clasificación vestida de corto. Por si alguien no está familiarizado con la de Montcada y Reixach, cosa que les conminamos a enmendar, es esta:
Pues bien, el apartado de parecidos razonables tiene una nueva incorporación al catálogo. Clàudia e Isabela de Dinamarca Donaldson, separadas al nacer. Hay 5 años de diferencia, pero los rasgos físicos son idénticos. Isabel, que no será nunca reina (si es que la convulsa corona danesa no vuelve a sufrir un descalabro como el de su padre infiel Federico X), puede proyectarse en Pina: ella sí que es monarca europea, en categoría fútbol. Y va a por el tercer reinado. Como la abuela Margarita II, pero mejor. Ya lo dice el cántico culé: ser del Barça es lo mejor que hay. Aquí, en la China Popular y en Copenhague.