Evidentemente, las dos mujeres de la foto son las maravillosas actrices Elisabet Casanovas y Laia Manzanares, que le han dedicado una canción a Berto, pero la cara que pone él probablemente sea la que puso hace pocos sábados con una mujer desconocida. Pero vayamos por partes. Hace pocas horas algunos hemos estado muy afortunados. Hablo de los que somos seguidores acérrimos de dos de los mejores podcasts que hay hoy en día: La Ruina y Nadie sabe nada. El primero, flamante y reciente Premio Ondas, conducido por dos genios como Ignasi Taltavull y Tomàs Fuentes. El segundo, de los que probablemente sean los dos mejores cómicos catalanes desde hace tiempo: Andreu Buenafuente y Berto Romero. Y decimos que hemos sido afortunados porque los dos primeros han invitado a su podcast a los dos segundos. Un póquer descomunal muy celebrado por el público:
Maravilloso Berto diciendo que se guardó una anécdota ruinosa y no la dijo a sus oyentes y espectadores del Nadie sabe nada para llevarla calentita y recién salido del horno a La Ruina. Todo un detalle que ha valido mucho la pena. Ya les hemos explicado a menudo en EN Blau que la clave del espacio que presentan Taltavull y Fuentes son situaciones de tierra trágame, momentos comprometidos, vergonzosos, incómodos, vividos por los invitados, que los confiesan ante el público de este imperdible podcast. Y Romero, que ya ha pasado por allí diferentes veces, ha vuelto a sorprender explicando qué le ha pasado recientemente cuando iba paseando con su mujer y dos de sus hijos un fin de semana por la calle Gran de Gràcia de Barcelona.
Los que viven en Barcelona sabrán que los fines de semana, desde hace un tiempo, hay una costumbre en la calle Gran (o Major) de Gràcia que es la de cerrarlo al tráfico de coches y que sea solo peatonal, tanto la acera como el asfalto. Un sábado con mucha gente paseando por la calle. Y a Berto, las multitudes le generan malestar: "Esto no lo he contado nunca, pero cuando hay mucha gente, me pongo muy nervioso, me aturullo, me agobio un montón, empiezo a sudar, lo paso mal...". Con este panorama, iba Romero con su mujer y dos de sus tres hijos, los mellizos Tomàs y Paula. Del hijo especificó por dónde le llega, la altura que tiene con 11 años:
"Me llega por el hombre, tiene el pelo rubio lacio y un poco largo, muy guapo". Yendo con su familia, recibe una llamada, "y en el aturullamiento empiezo a hablar por teléfono, y empiezo a controlar la gente, que no se pierdan, dónde estoy, hablando...", en resumen, mareado. Acaba la llamada. "Hay algo que yo hago mucho con mis hijos: soy muy cariñoso con ellos. De vez en cuando, estamos caminando y agarro a uno y le digo 'te quiero'". Total, Berto colgó, y lo hizo: cogió a su hijo por el hombro, le dio un beso en la cabeza y le dijo que le quería... "Y noté que mi hijo reaccionó raro...".
...el problema es que no era su hijo... ¿Quién era?: "Una señora del mismo tamaño exacto que mi hijo, mayorcita, con un pelo teñido de peluquería y un corte similar, y una chaqueta oscura, y yo: 'Te quiero'... La señora se gira, y yo: 'Uy, uy, uy, uy'. Y ella: 'Eres Berto!!. Y yo: 'Es mi hijo, es mi hijo', enseñándoselo, y nos fuimos... Me dura el tembleque hasta hoy. Muy violento". El público se mea de la risa. Y siguen. Pregunta Fuentes: ""¿Cómo le sentó a tu hijo que le confundieras con una vieja?". "No entendía nada. No se dio cuenta y de repente ve que le cojo y se lo enseño a una mujer". Pueden verlo a partir del minuto 5'40":
Berto Romero, maravilloso.