La revuelta cayetana contra Pedro Sánchez ha estallado. Esperanza Aguirre tocó la corneta el fin de semana y la respuesta ha sido inmediata. Anoche, en la calle de Ferraz de Madrid, sede del PSOE, manifestantes de derecha extrema y extrema derecha se reunían con mucha mala leche y ganas de movida. El ambiente está más crispado que nunca, el mundo facha tiene ganas de un Tejero, o incluso de un asalto trumpista al Capitolio. Violento, exacerbado, y sobre todo, impune. Eso es lo que más desean los patriotas, poder quemarlo todo sin pagar ningún peaje porque "somos compañeros, coño". Compañeros de los agentes policiales que, históricamente, se utilizan a fondo contra votantes pacíficos, pero hacen la vista gorda con otros. El idilio se ha roto, los antidisturbios recibieron órdenes de disolver una concentración llena de banderas franquistas y de propios franquistas. De alborotadores de extrema derecha y de violentos que asedian a periodistas. Lloran porque recibieron de su medicina.
A ver, que aquello no fue Urquinaona. Fue una batallita, resuelta con unos porrazos, con alguna pelota de goma y gases lacrimógenos para enviarlos a casa, también conocida como la llorería. El nivel de victimismo, quejas, sollozos, rabietas y gemidos del personal ha alcanzado la cumbre. Y el hecho de que les tiraran gases ha sido considerado como crimen de guerra. Ahora bien, la retahíla de vídeos para enmarcar que nos deja la jornada es brutal. Sublime. Justicia poética para muchos colectivos.
Quizás están pensando que vaya mala gaita gastamos describiendo así los hechos. Que no sentimos empatía, que estamos deshumanizados. Pero rebatimos el argumento desde un punto de vista totalmente edificante y constructivo: siempre está bien aprender cosas nuevas. El conocimiento es poder. Y lo que aprendieron haciendo carreras y tapándose ojos, nariz y boca mientras huían amedrentados, es que los antidisturbios están para cosas como estas. Mejor dicho, hacen estas cosas. Seguro que no lo olvidan a partir de ahora, aunque ya han anunciado más marcha dentro de unas horas. Ya veremos. Lo que sí que hemos visto es, seguramente, la secuencia que gana el festival de cine de Ferraz: el de Bertrand Ndongo, personaje indescriptible de VOX. Indescriptible porque todo lo que digamos se queda corto. Pues bien, Ndongo fue "gaseado junto a ancianos y niños". Es impagable. Miren.
Ndongo habla poco, solo emite sonidos abstractos, haciendo ver que llora, que sufre, que tiene pupa. Ay, criatura. Pero no sufran por él, que antes ya había dicho de todo a los uniformados que tanto admiraba y ahora desprecia. También en redes: "La policía se ha vendido y ya es una milicia de Marlaska. Han agredido a ancianos, a niños pequeños que habían acudido pacíficamente con la bandera de su país, a defender su nación de la mayor traición que se recuerda". Las reacciones son pura miel.