Con permiso de Pau Gasol, o de otros mitos como Epi, Audie Norris, Nacho Solozábal, Nikola Mirotic o Dejan Bodiroga, el mejor jugador de la historia del Barça de baloncesto ha sido, a juicio de quién escribe, Juan Carlos Navarro. La Bomba ha hecho emocionar al Palau Blaugrana como pocos jugadores vistiendo la camiseta del Barça. Mito absoluto, jugador descomunal, todo talento, carácter, espíritu ganador y dominio exquisito de la pelota, anotador implacable y uno de los emblemas de la entidad con respecto al deporte de la canasta. El de Sant Feliu de Llobregat regaló a los aficionados decenas de momentos inolvidables, e incluso ha bautizado una jugada marca de la casa, que es el apodo como todo el mundo le conoce.
Toda una vida de azulgrana, con un paso por la NBA, ganando títulos con su club querido y con la selección española, actualmente tiene 42 años y desde que colgó las botas, el baloncesto ya no es lo mismo. Cómo se le echa de menos, jugador único, que ahora, sin embargo, está viviendo uno de sus momentos personales más emocionantes de su vida. Porque una camiseta con su apellido vuelve a lucir de azulgrana. La Bomba tiene una familia maravillosa, con dos hijas que son su debilidad, Lucía y Elsa. Ellas dos y su mujer lo han ido a ver a menudo cuándo su padre maravillaba en el Palau Blaugrana.
Ahora, sin embargo, la niña que ven a la izquierda de las imágenes, acaba de emular a su padre. Porque Lucía, que ya tiene 18 años, acaba de cumplir un sueño: debutar con el Barça CBS en la Liga Femenina Endesa, la máxima categoría del baloncesto femenino español, después de llevar años jugando en las categorías inferiores del conjunto azulgrana. Fue una participación testimonial, ya que solo estuvo cuatro minutos en la pista y no consiguió anotar ninguna canasta en la contundente derrota en la pista del segundo clasificado, el Valencia Basket, 91 a 34.
No pudo debutar con derrota, pero da igual. Lucía y su padre nunca olvidarán este día, este debut soñado de una jugadora que, como su célebre padre, juega en la posición de escolta, tiene la misma buena muñeca que él, y el atrevimiento que caracterizaba a la Bomba, haciéndola una jugador imprevisible, como él. Y lo que queda claro viendo las fotos de este debut, es que no solo juega como su padre, sino que también es clavadita a él. Parece como si viéramos a la Bomba Navarro de jovencito, cuando no llevaba barba. La misma sonrisa sagaz, la misma mirada viva y con ganas de comerse el mundo. Una cara de felicidad absoluta por lo que tiene delante a partir de ahora que ya ha debutado:
Celebrémoslo. Otra Navarro en las pistas de baloncesto. Orgullo de padre. Orgullo de hija. Toda la suerte del mundo y que tenga una carrera llena de éxitos.