Que muchos países se han tomado la pandemia del coronavirus como una guerra lo sabemos muy bien. No hay que ir muy lejos para escuchar todo tipo de expresiones militares en torno a la tragedia sanitaria. Pero hay otra guerra asociada, la de las cifras. Parece que maquillarlas otorga medallas, trofeos y distinciones para lucirlas en vete-a-saber-qué reuniones de estadistas internacionales, y de paso, hacer ver a la población que están gobernados por superhéroes. Ahora bien, más que honores, lo que generan algunas maniobras es incredulidad y repugnancia. Y el Presidente de Chile, Sebastián Piñera, ha reclamado su trozo de pastel en esta competición triste y censurable.
El gabinete de Piñera estremece al mundo con su particular método para contabilizar pacientes de Covid-19 "recuperados": "por consejo de expertos internacionales, tenemos 898 pacientes que han dejado de ser contagiantes. Estas son las personas que han cumplido 14 dias desde el diagnóstico o que desgraciadamente, han fallecido". No es una broma, sino la declaración oficial de todo un Presidente. Unas palabras que han dejado aturdido a Gonzalo Boye, nacido en Chile, y que sólo puede pronunciar tres palabras que representan a muchos ciudadanos, sean chilenos, chinos, españoles o de Mozambique: "me da vergüenza"
Podríamos añadir muchas reflexiones en torno a esta sandez de Piñera. Pero ni siquiera merece eso, por respeto hacia las víctimas, a los sanitarios y a los operarios de las funerarias.