La separación de Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler trae cola. El Premio Nobel está a punto de recibir un honor de las letras francesas, con el rey Juan Carlos de hipotético invitado si la salud se lo permite, pero Mario tiene miedo de los miércoles. Es el día que se publica el BOE de la Preysler, la revista Hola. Y la filipina no ha desperdiciado la ocasión para eclipsar su ex, cargando contra él por un motivo: haber hablado contra su hija Tamara Preysler. La gallina protege a los polluelos y Mario contraatacará. La guerra está servida. ¿Pero cuál es el motivo real de la separación? Se ha hablado de los celos de él, que se veía eclipsado, de la frivolidad de ella, que aborrecía al escritor. Pero María Patiño, una de las mejor informadas de la capital, publica en su Instagram la versión que le llega a ella: cortan después de una bronca por dinero.
María Patiño hace suya esta versión: "Fuentes cercanas al escritor que además apuntan a un motivo claro en la separación: el dinero. El pasado verano Isabel le dice a Mario que tiene que poner una cantidad enorme de dinero al mes para contribuir con los gastos de ‘Villa Meona’", la mansión faraónica de la Preysler y decenas de WC. "Y a partir de ahí es cuando la cosa empieza a torcerse. Según estas fuentes cercanas al Nobel, es entonces cuando el peruano se marcha de la casa que comparten en Puerta de Hierro, propiedad de la ‘socialité’, y regresa a su vivienda en la madrileña calle Flora". Un humilde pisito para no pagar decenas de miles al mes para limpiar lavabos.
Hay un asunto de dinero todavía más feo que la pensión mensual que ella le reclamaba para vivir en casa. Un acto de la Fundación del Nobel para recaudar fondo donde la Preylser cobra la exclusiva de Hola y no le pasa ni un euro a su novio peruano. Escribía el mismo artículo que cita la Patiño del digital Voz pópuli: "Isabel Preysler habría vendido una exclusiva a Hola rodeada de todos sus amigos en el acto de la Fundación, que le habría reportado una buena cantidad de dinero que nunca llegó a la fundación de su pareja”. No era un problema de celos, ni de pastilla azul, ni de frivolidad. Ni la hija aunque Preysler dice, previo pago, que "ni resentida ni mentirosa, ni molesta ni enfadada, nada de eso es verdad… Pero tengo un límite, y ese límite son mis hijos. Meter a Tamara en todo esto me parece caer muy bajo. Hay un límite para todo y lo han traspasado".No es eso. Era la pasta. Clase alta, baja estofa.