Nueva sesión de tortura visual, auditiva y cognitiva en 'El Programa de Ana Rosa': los viernes dedica una parte de su sesgado espacio a lo que considera como "debate político". Un encuentro entre primeras espadas, la mayoría fachas o muy fachas, que de debate, nada: sólo es un jaleo descontrolado y un escaparate lavacerebros del españolismo. Se tiene que estar muy concentrado para intentar sacar algo en claro de lo que se habla en esa mesa, y tomarse una buena dosis de ibuprofeno para no sufrir una migraña colosal. Lo único que varía semana tras semana son los cromos. Y ya podemos añadir uno más: el de Carlos Carrizosa, gran esperanza blanca del unionismo en Catalunya para el 14-F.
El candidato de Cs a la Generalitat (después de aniquilar a Lorena Roldán) ha hecho gala de todo aquello por lo cual muchos lo consideran insoportable: faltas de respeto, mentiras, historias para no dormir y la sensación perpetua de que a este señor lo peor que le ha pasado nunca es haber nacido en Catalunya. Ejemplos: hacer de 'cheerleader' del Supremo, que ha cancelado el tercer grado de los presos políticos, "privilegiados" según su opinión. O faltar a la verdad y al sentido común, cuando explicaba que en Catalunya no se examina de castellano en las pruebas del Informe Pisa. Eso, entre muchas otras opiniones que, como mínimo, se pueden debatir. Lo que es realmente difícil, eso sí, es debatir con él y sus formas made in naranjitos: fanfarrón y agresivo. Hasta Rafael Hernando, veterano 'hooligan' del PP, parecía descafeinado.
Estaremos atentos a las audiencias, porque quizás los productores no explicaron a Ana Rosa la habilidad de Carrizosa para espantar a los espectadores de los programas donde lo invitan. Veremos si le pasa lo mismo en las urnas.