En la Salle des Étoiles del Sporting de Montecarlo todavía son visibles los efectos del paso de un pequeño ciclón: el del Baile de Rosa, la gran fiesta anual organizada por Carolina de Mónaco. Uno de los acontecimientos más exclusivos del planeta, con el que se recaudan fondos para la Fundación Princesa Grace, madre de Carolina, Estefania y Alberto II. Si la jarana acostumbra a llamar la atención por su pomposidad, este 2023 lo hacía por la complicada situación matrimonial del príncipe soberano y Charlene Lynette Wittstock, actual princesa consorte. El divorcio está en boca de todo el mundo mientras que a la exnadadora se la ha tragado la tierra; que no asistiera a la cita de su cuñada no deja de ser habitual, pero con la palabra divorcio impresa en las portadas de los diarios todo tiene otra dimensión.
La presencia fantasmagórica de Charlene, que no estaba de cuerpo presente pero muchos no dejaban de invocarla en los corrillos, no fue el único caso paranormal. También estaba Isabel Pantoja, que volaba directa desde la finca Cantora a la meca del lujo invitada por un amigo que pagaba los 850€ de la entrada, mientras que el vestido y el viaje iban a cargo de la revista '¡Hola!'. Todo de gorra, clásicos de siempre. Se lo pasaría de narices, pero fue invisible para los anfitriones. Ni el color llamativo de su estilismo la salvaron de la irrelevancia, aunque lo que contaba era un blanqueo de imagen por todo lo alto. Si alguien compra el relato, felicidades. Otros tenemos claro que aquí hay gato encerrado.
El Baile de Rosa tiene mucho glamur, sí, pero al final no es tan diferente a cualquier fiesta
Es evidente que sin estos dos personajes el interés en torno al baile no sería el mismo, y que no estaríamos pendientes de cada detalle de una cita al alcance de un número muy selecto de personas. Gente con mucha pasta o con buenos contactos, como el caso de la Panto, aunque después fuera transparente. Pero mira, siempre podrá decir que ha estado en una juerga que, analizado desde la modestia y la distancia del sofá de casa ofrece mística, fantasía, ensuoñación y cuentos de hadas. Los vestidos espectaculares, el ambiente, el lujo, incluso el nombre: el Bal de la Rose, te imaginas a todo el mundo dando pasos de vals con una rosa entre los dientes, casi de Disney. Y no, no es así. No dista tanto de una discoteca o un festival cualquiera, solo que con más pijos. Y Carlota Casiraghi, hija de Carolina, es el mejor ejemplo.
Carlota Casiraghi deslumbra en la pista de baile, parece el Sònar
Carlota tiene 36 años, es joven y tiene ganas de juerga. No tanta como el segundo exmarido de su mamá, Ernesto de Hannover, pero los Grimaldi siempre han sido reyes de la pista. Y lo demostró subida al escenario desatada, bailando un tema que no te lo imaginarías en esta tesitura: el 'Papel Plane' de M.I.A. Una británica con ascendencia de la India, quizás para guiñar el ojo a la temática Bollywood del baile 2023, pero con un repertorio más adecuado para cerrar un Sònar que la fiesta monegasca. Lo da todo con su vestido espectacular de incrustaciones color plata, tirantes y plumas en la falda. Un show.
Los ricos también lloran... y bailan. En cuestiones de desmadre, todos somos iguales.