La boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva no tuvo solo a Isabel Preysler como la única madre emocionada. Carolina Molas, madre de Íñigo, tampoco pudo contener la ilusión. La progenitora del novio también centró buena parte de la atención en el que era un día muy especial para ella y para su hijo. Su sonrisa no cabía en su rostro en el momento de acceder al recinto de El Rincón. Y cuenta la revista ¡HOLA! que no pudo contener las lágrimas cuando la pareja se dio el “sí, quiero”.
Una Carolina Molas que desde el primer momento sabía donde se metía. Ya desde que se supo de la relación de su hijo con la Marquesa de Griñón era consciente de que se convertiría en una persona mediática que centraría buena parte de la atención de la prensa del corazón para el resto de su vida. Aunque terminen en divorcio, algo que muchos y muchas consideran que pasará más pronto que tarde, ya no podrá pasar desapercibida.
Emboscada a Carolina Molas
Del mismo modo, también sabía que este sábado sería una de las personas más buscadas y solicitadas por los objetivos de los paparazzi y los micrófonos de los programas del corazón. Asimismo, tampoco era ajena a que tendría que participar en la exclusiva de la boda. Y que en algún momento tendría que prestarse a las típicas fotografías para la revista de papel cuché que dicen que ha pagado un millón de euros por tener el control mediático del evento. Algo que aceptó desde el primer instante.
Lo que no esperaba Carolina es que fueran a exprimirla como lo hicieron. A la madre de Onieva la tuvieron un largo rato tomándose fotos con la pareja y con la familia. Que si “ponte aquí”, que si “sonríe”, que si “quédate a un lado”, que si “ahora con el novio”, que si “ahora con la novia”, que si “con los dos” que si “ahora las consuegras”… Molas acabó hasta la coronilla. Hubo momentos en que se sintió como un objeto a merced de Isabel Preysler y de quienes pagaban la fiesta.
La madre de Onieva acabó harta de su consuegra
Porque Carolina, aunque aceptó participar en el paripé, no quería hacerse más fotos de las necesarias con sus seres queridos, no la retahíla que tuvo que protagonizar para cumplir con las órdenes de su consuegra. Todo estaba enfocado a la dichosa exclusiva. Hasta tal punto no estaba disfrutando del momento que por instantes pensó en retirarse del evento.