Pocas cosas pueden alterar más a un patriota español que encontrarse cara a cara con el enemigo. Bien, ya sabemos que de enemigos esta gente va sobrada, pero la furia y el desconcierto explotan cuando hablamos de Catalunya o del catalán. La lengua propia es el vehículo de todos los males de su adorada España, gritan vade retro inmediatamente. Pues bien, ahora toca ponerse en la piel de uno de estos ciudadanos que, estos días de Navidad y Fin de Año, paseaba tan tranquilo por los alrededores de la estación de tren de Santiago, en Galicia. Un escalofrío ha recorrido su espalda. "Nos invaden", seguro que pensó.

Todo por culpa de la Organización Nacional de Ciegos Españoles, la ONCE, y su sorteo extraordinario del 1 de enero. Unos carteles publicitarios de enormes dimensiones colocados en este punto estratégico hacían saltar las alarmas. Estaban en catalán. De arriba a abajo. En Galicia. Podrían haber estado en gallego y nuestro atormentado protagonista lo hubiera tolerado como algo incómodo y que erradicaría, pero "normal". Pero no, estaba en la lengua de los destructores de la nación, de la plaga más horripilante enviada por el Santísimo para poner a prueba su fe. Galicia, tierra catalana. La cuna de Franco, de Fraga, de Feijóo. Todo perdido.

Franco con Manuel Fraga / EFE
Feijóo / Europa Press

No hace falta decir que aquí ni conspiranoias ni historias. Se trata de un error logístico, de una pifia involuntaria. Divertida, inofensiva e incluso de agradecer. Mejor irían las cosas en este Estado si en Móstoles hubiera carteles en euskera, en Santiago en catalán y a Almería en gallego. Quizás sería la manera de eliminar complejos, fobias y fangales. De normalizar la diferencia, también de valorar la riqueza cultural y lingüística común. Pero no, prefieren atacar y despreciar. Y así después se extrañan de que tanta gente quiera largarse. Aquí el documento.

Las redes han recibido el hallazgo con los brazos abiertos, los comentarios llegan de todas partes y hacen chup-chup. Hay que decir que los gallegos están encantados, que los catalanes también y que incluso castellanohablantes lo encuentran fantástico, aunque sea un error. Hay mucho cachondeo, puedes pasar un buen rato leyendo reacciones. Algunas muy acertadas, como recordar que no habría ninguna queja si estuviera en inglés. En el otro lado algunos intentan barrer para casa, mencionando a Puigdemont y la amnistía. Sin demasiado ánimo, eso sí. Las noches de Ferraz los han dejado secos. Grazas, ONCE, por tanto con tan poco.