El exazulgrana Cesc Fàbregas ha abierto en canal su vida en el programa de Samanta Villar en Cuatro. El actual jugador del Mónaco ha sido un anfitrión generoso, dejando que la presentadora hurgara en cada detalle del universo del futbolista. Sus jóvenes padres y su separación, o la difícil decisión de dejar al Barça para marcharse al Arsenal de Londres con 16 años han sido algunos de los momentos más emotivos. También el reencuentro con sus abuelos y los amigos en Arenys (de Munt y de Mar), o incluso un partido con decenas de niños en el campo del tierra donde despuntó como estrella futbolística. Entregado al show, ha llegado a desatarse demostrando sus aptitudes como cantante. Cesc es apasionado de La Oreja de Van Gogh y Amaia Montero. Se le da mejor el fútbol, eso sí.
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— Samanta y la vida de... (@SamantaYLaVida) September 8, 2020
Si tenemos que poner un pero al relato de Fàbregas, este sería que peca de una falsa modestia y humildad cuando habla de su estilo de vida con Daniela Semaan, su esposa. "Soy muy humilde", dice desde su piso de millonario en Mónaco. Lo argumenta porque, a pesar de estar forrado de arriba abajo, no tiene coche propio, ni relojes, ni joyas|. Sólo vive en el paraíso del lujo europeo en una vivienda de primera categoría, desde la cual domina la bahía del Principado. La decoración, una portería de fútbol en el salón o los trajes llamativos de las niñas son algunos de los rasgos de esta supuesta humildad, que no casa ni mucho menos con el estilo de Daniela: son famosas las fiestas, regalos y vacaciones de la pareja, así como los looks de la libanesa, que dejó al magnate Elie Taktouk para irse con el catalán. Humilde, humilde, no parece.
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Una cosa es ser próximo y otra humilde. Y por mucho que queramos al exculé, no cuela.