Sobrevivir al coronavirus es el objetivo de millones de personas que respetan las medidas decretadas por las instituciones. Un esfuerzo personal y colectivo que puede tener un final feliz para muchos de ellos. Sobrevivir, sin embargo, a la crisis económica derivada de la pandemia, eso parece más difícil. ERTES, despidos, impuestos, alquileres, derrumbe del PIB, paro radical de la actividad profesional, falta de ayudas... la lista es interminable y prácticamente imposible de superar. En el caso del mundo cultural, la situación es muy grave. No sólo por la paralización derivada del estado de alarma, sino por las perspectivas de futuro, que dibujan un panorama escalofriante. Es el caso de los cantantes y músicos, con cero ingresos, ninguna posibilidad de ofrecer conciertos, y dificultades extremas para poder vivir de su oficio.
Y no, no hablamos de estrellas de las listas de éxito, que se pueden mantener gracias a royalties o al colchón que hayan podido acumular en el pasado. Tenemos a muchos artistas, también de los conocidos y muy valorados, que las están pasando magras. Uno de ellos, Cesk Freixas, concienciado con la tragedia sanitaria, pero que lleva semanas denunciando la situación y poniendo en marcha iniciativas para seguir grabando sus creaciones. Ahora bien, eso no paga las facturas, ni el supermercado, el alquiler o la hipoteca. Y además, tienen que aguantar las deudas de promotores que no les han abonado trabajos de hace mucho tiempo: "Cobrar los conciertos que dimos hace meses nos iría la mar de bien. La precariedad normalizada, también en el trabajo musical, es tan miserable". Freixas es benevolente: cuando dice meses, habla incluso de hace un año. Un tiempo muy lejano, cuando el coronavirus era prácticamente un argumento de ciencia-ficción. Una ficción similar a la de soñar con que te paguen por los servicios prestados.
Freixas y tantos otros artistas han puesto en marcha micromecenazgos, conciertos virtuales, etcétera. Pero sin ayudas ni un mínimo de decencia, de tener para vivir, ni hablar.