El Baile de la Rosa 2023 en Mónaco había creado más expectativas que nunca. El clima en el Palau Grimaldi vuelve a ser convulso y confuso, especialmente con respecto al siempre bajo sospecha matrimonio real, el de Alberto II y la princesa Charlene. La exnadadora de Sudáfrica vuelve a estar desaparecida, un mal síntoma teniendo en cuenta sus antecedentes recientes. Un hecho que ha vuelto a disparar los rumores de divorcio de la pareja, con revistas francesas atreviéndose a asegurarlo a su portada. El único desmentido ha sido el del príncipe, de ella no sabemos absolutamente nada. Y así seguiremos, porque la transparencia no es la virtud más destacada en el Principado, siempre hay una nube oscura y turbia sobrevolándolos.

Si Charlene se hubiera presentado en el acontecimiento la sorpresa habría sido mayúscula, sí, pero a pesar de todo serviría para reflejar normalidad conyugal, el gran tema que está sobre la mesa. Con ella las especulaciones habrían disminuido, reforzando el comunicado emitido justo después de leer la portada de Royauté destapando la gran crisis. Pero en Mónaco las estrategias comunicativas son peculiares, y la delicadeza en el trato hacia la princesa, más que dudosa. Si Alberto está tan enfadado por volver a oír rumores de separación, ¿cómo es que dejó a su mujer abandonada y se marchó a Irlanda a abrazar una estatua de su madre Grace Kelly? ¿No podía hacerlo en otro momento? ¿En serio, Jorge? Algo pasa con Charlene, y no es nada bueno.

La portada del posible divorcio de Charlene y Alberto de Mónaco / Royauté
Alberto de Mónaco con la estatua de Grace Kelly / @Palaisprincier

Charlene no se presenta en el Baile de Rosa y alimenta los rumores de divorcio

Las previsiones se han cumplido y la madre de Jacques y Gabriella no se ha presentado en el baile, reforzando las teorías más funestas sobre su futuro juntos. Es la potencia del personaje y del drama personal que arrastra desde 2011, cuando contrajo matrimonio con la máxima autoridad de Mónaco. Tanto es así que quiso escapar de su destino huyendo del país al enterarse de una presunta infidelidad del que, en unas horas, iba a ser su marido. Aquella luna de miel en la que durmieron en habitaciones separadas tampoco es la máxima representación de la felicidad ni de sintonía, como tampoco que el hombre deje tirada a su amada enferma, destruida y operada en tres ocasiones durante 6 meses en África. Será que tenemos otro concepto del amor, pero ojalá que nadie nos quiera como Alberto quiere a Charlene.

Alberto y Carolina de Mónaco en el Baile la Rosa / GTRES
Charlene de Mónaco / GTRES

Isabel Pantoja, un fantasma de color rosa chicle en Mónaco

Si la princesa fue un fantasma durante el Bal de la Rose, una cosa parecida pasó con la otra gran protagonista de la noche. Un protagonismo artificial e interesado, pero vaya, que la imagen de Isabel Pantoja en una gala de tanto glamur tenía su qué. Y la hemos tenido, sí. La tonadillera consiguió que su amigo transformista catalán, Manel Dalgó, le pagara los 850€ de entrada y que la revista '¡Hola!' abonara el vestido, el viaje y el hotel de 5 estrellas para hacer el papelón en el photocall. Y ya, porque tanto Alberto II como la anfitriona Carolina pasaron de ella como de la tiña, de hecho dudamos si sabían de su existencia. Era un fantasma folclórico vestido de rosa chicle, nerviosa, desubicada. No pintaba nada allí. Pero ya tiene la foto. Es lo que quería.

Isabel Pantoja en el Baile de la Rosa en Mónaco / GTRES

Total, que Charlene y la Pantoja pueden presumir de algo en común: las dos son ignoradas por Alberto de Mónaco. Quién no se consuela...