La crónica rosa española se ha convertido en sainete con mayúsculas con la aparición de unas fotografías de un tal Luís Miguel Rodríguez en actitud muy afectuosa con una mujer que se ha identificado como Marcia Di Lele. Lo crean o no, es una bomba. Porque el tal Luís Miguel, además de ser conocido como El Chatarrero, de ser un magnate de los desperdicios y de tener muchos cuartos, es el novio de Ágatha Ruiz de la Prada, la diseñadora de moda multicolor, infantiloide y superpatriótica a la que Pedro J. Ramírez engañó al poco de casarse tras décadas de relación. La cosa ya tiene más chicha. La tal Marcia, no la perdemos de vista, es una ex de Kiko Rivera, hijo de la Pantoja, disc-jockey y noctámbulo redimido, con un currículum de relaciones que define al personaje. Marcia, según la revista Lecturas, es 'actriz' y actualmente está ¡casada! con un millonario suizo. Fabuloso. En la revista, fotos de la pareja morreando. Pero hay más, más allá de la exclusiva de la cabecera del corazón.
Y es que la guinda hará las delicias del gran público. El delirio. La fotografía que ilustra esta noticia se tomó el pasado 25 de noviembre, lunes, en la gala de premios de Vanity Fair Personality en Madrid. Dos días después, salta la noticia... La imagen es un poema, un cuadro, una maravilla para este tipo de frivolités informativas. El Chatarrero (ex por cierto de Carmen Martínez Bordiú, nietísima del dictador) intentando deshacerse de los fotógrafos que le asedian mientras que Ágatha alucina con el numerito. La pregunta es: ¿la reina de corazones textiles se olía la tostada? Luís Miguel, por supuesto, ni hay que preguntarlo.
Vaya olfato amoroso el de Ágatha, que se tragó el vídeo sexual de Pedro Jota durante años y años, fue engañada cuando había conseguido que el periodista se volviera a casar con ella... y cuando había 'rehecho' su vida emocional, se encuentra con este show público que es carne del 'Sálvame' más alocado. Kiko Rivera debe estar, con perdón, flipando. Y Jorge Javier Vázquez frotándose las manos. Seguro que invita pronto a De la Prada, mientras ella sigue dibujando objetos sanadores como una descosida, la mejor terapia. O la única. Vendiendo vestidos y complementos, una crack. Del resto mejor ni hablar.