José Ramon Andrés Puerta es el nombre original de uno de los cocineros españoles más famosos. Todo el mundo, sin embargo, lo conoce como José Andrés, una denominación que es toda una marca internacional. Lo saben bien en los Estados Unidos de América, país que le concedió la nacionalidad hace 8 años, después de dos décadas trabajando sin descanso en Washington. Allí es toda una estrella, venerada por la prensa, la clase política, las televisiones, etcétera. Impulsor de varias iniciativas solidarias relacionadas con la comida y los más desfavorecidos, no pierde de vista su país de origen. Ha sido la imagen de campañas gubernamentales de la (terrible, por por otra parte) 'Marca España', e incluso ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias a la Concordia de 2021, reconociendo su tarea al frente de la ONG World Central Kitchen. Vaya, que es un tipo de éxito.
Eso sí, no le cae bien en todo el mundo. Sobre todo en el estado español. El españolismo lo considera un vendido a la causa progre, a pesar de, por ejemplo, ser un firme defensor de la permanencia de Catalunya dentro de la soberanía española. Asturias y Catalunya: apunten bien estos nombres, porque son las dos claves para entender el último lío en lo que se ha visto inmerso después de conceder una entrevista a 'El Mundo'.
El chef de 52 años pasa las vacaciones en territorio español, haciendo el Camino de Santiago. Durante una de estas etapas, el diario lo ha interceptado para charlar con él sobre temas divinos y humanos, dejando un titular bien jugoso que ha hecho reventar las redes sociales. Todo a raíz de una frase: "Me siento muy catalán". Este es el problema: nació en Mieres, Asturias, aunque su familia emigró a Barcelona cuando él tenía sólo dos años. En Catalunya creció como restaurador, trabajando en establecimientos de renombre como El Bulli, hasta que surgió la oportunidad de marcharse y se estableció en los EE.UU. Un paso que cambió su vida, como se puede comprobar repasando su currículum.
Media vida en Catalunya le hacen querer esta tierra, pero desde la distancia ideológica y el sesgo que todos conocemos. "Se le hace duro ver hasta dónde se ha llegado y confía en que se recupere pronto el 'seny' catalán, el sentido común y la cordura. "Las normas democráticas y sociales creo que hay que seguirlas al pie de la letra", recoge al redactor. Vaaaya. No debe estar muy puesto en la materia, o consume información de procedencia sosprechosa y de segunda o tercera mano. A pesar de esta declaración de amor unionista, muchos patriotas van a la yugular del chef por osar decir que se siente parte del enemigo catalán. Los matices no importan. El repaso es potente y pasado de vueltas, un clásico como la tortilla de patatas, la fabada o el trinxat de La Cerdanya, ya que estamos.
Dice que volverá a Catalunya. Y será bienvenido, claro. El único detalle que debe tener en cuenta es que quizás, cuando vuelva, se encontrará con un país independiente. Entonces tendrá que aplicar su receta de "aceptar las normas democráticas". ¿O cuál será su alternativa? ¿La de sus "amigos" y excompatriotas que lo ponen a parir? Misterios.