Vivimos en la era de la tiranía de Instagram, de los selfies y del photoshop. Cada día somos sometidos a la exposición masiva de centenares de usuarios y usuarias que comparten vía redes su belleza, su estilo, e incluso, sus retoques estéticos. En algunos casos, sin embargo, la belleza es tan falsa como una moneda de 3 euros. Han pasado por tantos filtros fotográficos que de la imagen original no queda ni rastro. En otros, eso de ser guapas o guapos es tan subjetivo que sólo existe en su imaginación. Pero también hay quien, siendo asquerosamente apuesto, no tiene ningún inconveniente en enseñar su fotografía menos favorecedora. Y lo más curioso de todo: Este reducido grupo consigue mucha más repercusión que aquellos que hacen malabarismos estéticos para arañar un par de likes más. El ejemplo más contundente lo hemos encontrado en una diosa de las pasarelas de moda de los 90, Cindy Crawford.
La norteamericana, una de esas mujeres que se convirtieron en mito durante los 80 y los 90 junto a Claudia Schiffer, Naomi Campbell o Ellen MacPherson, es guapa. Muy guapa. Desde que se levanta hasta que se va a dormir. No importa la edad, ni el maquillaje, ni tener el aspecto de haberse caído de la cama hace treinta segundos. Lo que en la mayoría de los mortales sería sinónimo de borrar la imagen o de sufrir las carcajadas de los amigos y conocidos (por no hablar de los haters, que estos critican cualquier cosa), en el caso de Cindy es motivo de ovación. Comprobad cómo es una top model de 53 años que se ha quedado dormida con el pelo húmedo y sin sacarse el maquillaje. De escándalo.
Cindy Crawford despeinada @cindycrawford
"El que vale vale y el que no..." al photoshop. Queda claro que en su caso ni siquiera tiene que peinarse para demostrar su atractivo. La pregunta es: ¿Le copairá la legión de aspirantes a Afroditas, Venus, Adonis o Apolos de las redes sociales y bombardearán sus perfiles con sus fotos menos lucidas? Más de uno saldría (nunca mejor dicho) "retratado", que diría Pedrerol.