El maldito coronavirus acapara toda la atención social, política y mediática. Parece que no hay escapatoria: todo el mundo habla de síntomas, cuarentena, medidas de protección, suspensión de acontecimientos, desabastecimiento... sí, y de Javier Ortega Smith. Un monotema que, a pesar de la situación de alarma, convierte el día a día en una aburrida e interminable conversación en la que salen expertos en epidemias como setas. La situación es especialmente pesada para un genio de la palabra como el escritor Quim Monzó. Y el Premio de Honor de las Letras Catalanas lo intenta combatir con una de sus armas, vacuna o tratamiento de choque más famosas: el humor y el sarcasmo. Monzó sueña despierto con aquella época no muy lejana en la que el coronavirus no era más que un personaje de Astérix y Obelix. Unos tiempos mucho más satisfactorios y placentero, sobre todo para las mujeres.
Parece que hayan pasado tres glaciaciones y dos extinciones de dinosaurios, pero no. Hace sólo tres o cuatro meses el mundo hablaba de un invento mucho más entretenido que las mascarillas o geles desinfectantes. El Satisfyer. El succionador de clítoris llenaba horas y horas de conversación en bares, paradas de autobús y redes sociales, y el mundo parecía un lugar mucho más humano y esperanzador. El apocalipsis viral (nunca mejor dicho) ha destruido todo, y Quim ruega dar marcha atrás en el tiempo, recuperar el artefacto mágico y disfrutar durante un rato (lo que tarda en hacer su trabajo la maquinita) de una tregua y de la tranquila belleza del pasado. La red, claro está, se troncha de risa.
Satisfyer Wikipedia
No nos queremos poner en plan abuelo 'cebolleta', pero... cualquier tiempo pasado fue mejor.