Real Madrid y Atlético disputan la final de la nueva Supercopa de España en Arabia Saudí. La Federación española de fútbol ha sucumbido al poder económico de la dictadura árabe. Se ve que España siente debilidad por los saudíes, y si no que pregunten en la Casa Real. El efecto de su impresionante chequera hace milagros, y hay quien pierde la cabeza. Tenemos varios ejemplos que harían troncharse de risa a las personas más serias, si no fuera porque hablamos de un régimen autoritario y con el mismo respeto por los derechos humanos que el talento artístico de Letícia Sabater. El primero, la portada del diario 'Marca', que pasa directamente en la galería de las infamias de la prensa deportiva. El segundo lo tenemos mucho más cerca, con una periodista catalana que la ha liado en redes.
Hablamos de Cristina Cubero, veterana periodista pero inexperta tuitera, como mínimo. Cubero se siente muy a gusto en Arabia, país y sociedad que asegura conocer muy bien desde hace décadas. Para ella, Arabia ha cambiado mucho. Especialmente en lo que toca a las mujeres y sus libertades, que según lo que se desprende de sus palabras va camino de convertirse en un paraíso femenino. El torneo español ha disfrutado de una excepción milagrosa en aquellas tierras, con mujeres en la gradería de un estadio de fútbol. Un espejismo con motivaciones de marketing e imagen internacional. La catalana, sin embargo, confía en el cambio. Lo ve. Lo siente. Lo toca. Y lo argumenta con una foto y un mensaje muy polémico, y que ha durado en su timeline lo mismo que una bolsa de caramelos en una fiesta infantil, borrándolos a raíz del terremoto que había causado: "Mi amiga saudí. Grandes momentos en la Supercopa del cambio".
La shayla, el abbaya, el burka y velos similares serán muy culturales, pero de una cultura que reprime a mujeres como Cubero, que tiene suerte de haber nacido en Catalunya. El repaso por el blanqueo de la periodista ha sido de los que hacen afición. Cada uno puede expresar su opinión al respecto de lo que considere oportuno, pero algó cosa huele mal si la encarnizada defensa de la libertad de una dictadura acaba en el desagüe. Quizás las cosas no han cambiado tanto, ¿verdad?