Cada mañana hay una guerra en España: Ana Rosa Quintana contra Susanna Griso. Las dos reinas hacen de reinonas y se miran de reojo. El espectador que tenga dos aparatos de TV puede hacer el ejercicio: durante buena parte de la mañana emiten los mismos contenidos y al mismo tiempo. Griso dice que ella juega "otra liga" insinuando que Espejo público hace información mientras El programa de AR hace entretenimiento. Se detestan educadamente pero salen a competir con el cuchillo entre los dientes. Lo que gana una lo pierde la otra: colaboradores, entrevistados o décimas de audiencia. Como en toda guerra , hay juego sucio.

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Mientras Griso tiene la protección de todo el Grupo Planeta, con TV, radios y diarios, Ana Rosa paga silencios, como el de Eduardo Inda. Es fácil conocer a los soldados a sueldo de AR: todos los que no quisieron publicar que su marido Juan Muñoz fue detenido y encarcelado imputado por extorsión en el caso Villarejo. De entre las cheerleaders de AR hay uno de especial significado: el padre de su hijo Álvaro. El primer marido de Quintana es Alfonso Rojo y desde su digital ultra difama, acusa y persigue a Griso. A su manía de considerar a la catalana como una feroz independentista (sic) ahora añade una información: el salario de Susanna Griso.

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Publica Alfonso Rojo un artículo titulado El sueldo millonario de Susanna Griso por apoyar al independentismo en Antena 3. La cifra es alta para una presentadora sin responsabilidades en los contenidos del programa. Rojo lo vende como un escándalo: "La presentadora catalana se embolsa un sueldo anual de más de 2 millones de euros netos. Cantidad a la que habría que sumar los ingresos publicitarios y otras colaboraciones, que acercarían a Griso a los 3 millones de euros". La cifra tipuede ser cierta pero la noticia tiene un problema de credibilidad: considera independentista a Griso.

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Dibujar a Susanna Griso multimillonaria independentista a sueldo del grupo (unionista) Planeta forma parte del trabajo sucio que Rojo le hace a su exmujer. Ana Rosa acaricia el micro como quien acaricia un gato leyendo un diario ultra con el desayuno.