Dani Alves hace semanas que ha recuperado la libertad, tras de pagar una fianza de un millón de euros después de ser condenado a 4 años y medio por la agresión sexual a una chica en la discoteca Sutton. El exfutbolista, quien debe presentarse a firmar cada semana en la Audiencia de Barcelona, está recuperando su vida anterior al asqueroso crimen. Eso quiere decir volver a su mansión de millonario de Barcelona, y hacerlo con su mujer, la modelo canaria Joana Sanz. La relación, supuestamente a punto del colapso con el encarcelamiento del futbolista, está más viva que nunca. Una situación que, cuando menos, provoca estupefacción.
Joana, por lo visto, ha pasado página. Siempre ha defendido la inocencia de su marido, a pesar de la caótica estrategia de defensa, las innumerables versiones que fue ofreciendo y de la sensación, más que evidente, de que Alves tenía la palabra "culpable" escrita en la cara. En un momento dado le presentó los papeles del divorcio en Can Brians. Dani no lo aceptó, y luchó con sus armas para mantener el vínculo y el matrimonio. Esta etapa provocó que Sanz pasara a ser la mala malísima para la familia brasileña del futbolista: la tildaron de interesada, hipócrita, mala persona. De bailar en discotecas sobre el drama de su familia. Especialmente, por parte del hermano cantante del exlateral de Sevilla, Barça, Juve y PSG: Ney.
La posición de la modelo se fue debilitando con el paso de las semanas, demostrándose incluso hostil con la víctima de la violación. Y una vez pasada la peor parte de la tormenta, y que el rico Alves conociera el precio de su libertad, Sanz ha vuelto. Había avisado con un post humillante, mofándose del testimonio de la víctima. Ahora queda claro, va con todo. Están juntos, a tope. Una decisión que no todo el mundo entiende ni respeta, y que ha provocado una fractura familiar en el clan brasileño. Sus incondicionales, aquellos que más lucharon por su causa con argumentos delirantes, ahora lo rechazan. Que haya vuelto con la proscrita Joana, una traidora, no es aceptable. Ney, portavoz desde el Brasil, se sube por las paredes, y rompe cualquier vínculo con el condenado. Gana una mujer, pero pierde a una familia. Empate con sabor a derrota.
Después de meses de apoyo activo en redes sociales y medios de comunicación, la actitud del cantante ha cambiado radicalmente: ni un comentario sobre su hermano. Su libertad, actualmente provisional mientras se resuelven diferentes recursos, ya no les preocupa. Hace un mes que ni dice palabra, y el elemento Joana Sanz es el que lo desequilibra todo. Hay sensación de traición, de ser un completo desagradecido. Alves ha cometido un delito gravçisimo y muchas faltas. Y la factura todavía no ha acabado.