La muerte de un disc-jockey en activo siempre es trágica por su juventud y por los fans que deja perplejos. Avicii era de Estocolmo y murió la semana pasada a los 28 años en Omán, en el Golfo Pérsico. Hacía dos años que se había retirado por consejo médico. Entonces cobraba un cuarto de millón de euros por bolo. En 2014, con sólo 23 años ya era el tercer DJ del mundo después de Calvin Harris y David Guetta. Ganó 23 millones de euros ese año. Su fortuna no le hacía feliz y su familia ha reconocido que el sueco se suicidó. El portal TMZ revela ahora cómo lo hizo: rompiendo una copa y clavándose los cristales provocándose heridas hasta desangrarse. Su nombre, Avici, proviene del sitio más oscuro del infierno budista, donde van a parar los asesinos. El documental de su vida está en Netflix, Avicii True Story:

Su alcoholismo lo hizo sufrir una pancreatitis que le supuso que le extirparan la vesícula biliar y el apéndice. Los médicos le dijeron que o dejaba los escenarios o moriría. Al final fue al revés: ha fallecido lejos de los platos y las mesas de música electrónica. Algunas fuentes sostienen que sus problemas no sólo eran físicos. Su familia ha dicho que Avicii "luchaba con pensamientos sobre el significado de las cosas, la vida y la felicidad. No podía aguantar más. Quería encontrar la paz".

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En los festivales de música electrónica le rinden minutos de silencio o el mejor homenaje: pinchar su música. Imposible no recordar a un DJ catalán que tenía incluso cierto parecido físico con Avicii. Nos dejó también joven por una sobredosis a los 32 años. Era Aleix Vergés, Sideral.