Hay imágenes que hacen daño. Mucho daño. Y comparaciones que hunden sin remisión. Hagan un experimento: levanten la vista en su trabajo y describan su entorno laboral. Esperamos que los 'jefes' no se molesten, pero la cosa es así: la mayoría de oficinas son deprimentes. Espacios sin personalidad, ni vida, ni ningún estímulo que nos ayude a ser mejores y más productivos. Paredes blancas, techos prefabricados, fluorescentes... un escenario de tristeza donde pasamos 8 horas al día, sin ninguna esperanza de que la cosa mejore. Bueno, un matiz: la pandemia ha provocado un éxodo masivo de los centros de trabajo, convirtiendo nuestra casa en oficinas improvisadas donde llevar a cabo el teletrabajo. Esta es otra historia, sí. El caso es que muchos espacios productivos son para llorar. Excepto, claro está, si eres Aida Domènech, Dulceida. Entonces el cuento es bien diferente.
Hemos dado un paseo por el Instagram de la influencer badalonesa y lo que hemos encontrado es todo el contrario a la tesis expuesta en el párrafo anterior. Allí vemos a la catalana sentada en la butaca de un avión junto a su inseparable pareja, Alba Paul. El motivo del desplazamiento aéreo, un tema profesional. Una sesión de fotos en el otro lado del mundo, a 8.000 kilómetros de distancia. La esperaban en las Maldivas, en el océano Índico, uno de aquellos paraísos con el que la mayoría no podemos más que soñar. Dulceida ha ido retransmitiendo la llegada a este lugar formado por 26 atolones, aguas turquesas, palmeras, arena blanquísima y cabañas de ensueño. La imagen apela directamente a la envidia pura y dura: eso es un abril como es debido, y no lo que sufrimos encerrados a la oficina.
Mientras miles de 'curritos' cogemos el cercanías o el autobús para ir de casa al trabajo, Dulceida es de otro mundo: en avión de Badalona a las Maldivas. No está nada mal. Seguiremos atentos a la escapada. O no, dependiendo de la sensibilidad de cada uno de nosotros.