Nueva ofensiva española contra el catalán. El Tribunal Supremo intenta acabar con la inmersión lingüística en las escuelas, imponiendo a través de una sentencia la obligatoriedad de impartir un 25% de horas en castellano. Los jueces españoles, siempre tan diligentes cuando se trata de atacar los elementos más importantes de la catalanidad, disparan sus torpedos contra las piedras angulares de un país, de una nación, de una cultura: el idioma y la enseñanza. Lo hacen atendiendo la reclamación de sus correligionarios. De los españoles, principalmente, porque de catalanes hay bien pocos: desde 2005, sólo 80 familias han pedido la escolarización en castellano. Qué gentío, qué problema tan urgente. Alucinante.
El rechazo a la actuación judicial es unánime en todo el país. Y es especialmente significativa si tenemos en cuenta que vivimos uno de los momentos de mayor división entre catalanistas e independentistas, con la aprobación de los presupuestos como máximo exponente. Cada uno va a la suya, sí, pero si tocan la lengua, nos tocan a todos.
Estamos tan acostumbrados a sufrir atropellos, desprecios y ataques por razones lingüísticas que se podría pensar que nada nos afecta ni nos remueve. No. Hay muchos catalanes y catalanas que viven esta situación con una desazón persistente y tozuda. Tan tozuda como el afán españolista por destrozarlo y hacerlo desaparecer. Por ejemplo, lo que explicaba la presentadora de TV3 y Catalunya Ràdio, Elisenda Carod, hace un par de semanas. Ella hablaba de ansiedad, ansiedad lingüística. En palabras de Inés Ruiz en El País, una licenciada en Traducción e Interpretación, máster en Educación y máster en Neuroeducación, se trata "de un factor emocional negativo que surge al usar un idioma extranjero que puede afectar tanto al aprendizaje como al rendimiento. Genera un sentimiento de vulnerabilidad a tener que hablar o emplear una lengua que no es la nativa y puede influir también en los niveles de autoestima y motivación". Carod decía esto al respecto: "Pensar que toda mi realidad se borrará. Mi infancia, mis juegos, mis amistades, relaciones, mis recuerdos, mi presente y futuro. Mi legado familiar... todo se borrará". Una reflexión desgarradora y profunda, y que un tuitero respondió con un insulto: "Pero qué tonterías dices".
Resulta curioso que la réplica de este usuario tan respetuoso haya llegado coincidiendo con la mencionada sentencia del Supremo. Cosas que pasan. Elisenda no ha dejado pasar la afrenta y le ha respondido: "Tener ansiedad no es ninguna tontería. Invalidar como se siente alguien, es terrible". El interlocutor ha continuado con sus ataques, coronándose del todo: "Tener ansiedad por el catalán, que está mejor que nunca y que sólo lo tienes que usar sin ningún impedimento??? Riesgo de covid, desahucios viviendas, pateras, vivir sin recursos y el paro, violencia machista... eso es motivo de ansiedad, lo tuyo es otra cosa". Sin comentarios. Ya lo hace Carod, que ha cerrado la conversación de forma tan implacable como elegante. Como es ella, vaya: "Ahora se ve que se puede elegir lo que te provoca ansiedad. Se nota que no la has sufrido nunca. Me alegro. Es terrible". Bravo.
La intolerancia está muy extendida. Los sabelotodos, perdonavidas y repartidores de carnés de dignidad, también.