Cuando Carlos Falcó, marqués de Griñón, falleció en marzo de 2020 víctima del Covid-19, pocos imaginaban que el mayor giro económico no lo daría su hija Tamara Falcó, sino su viuda, Esther Doña. Lejos de los focos y de la guerra mediática que suele seguir a las grandes herencias, Doña ha ejecutado una maniobra discreta, pero eficaz, que la catapultó del luto al lujo en menos de un lustro.

El matrimonio entre Esther y Carlos, celebrado en 2017, no duró más de tres años, pero fue suficiente para asegurarle a ella una pieza clave del imperio Falcó: el usufructo vitalicio del palacio El Rincón, una joya inmobiliaria del siglo XIX. Con esta carta en la mano, Doña quedó en una posición estratégica frente a los hijos del marqués, quienes ansiaban hacerse con este colosal patrimonio.

El trato que enriqueció a Esther Doña

La operación que selló el futuro financiero de Esther fue tan simple como lucrativa: Tamara y su hermano Manolo Falcó le compraron su parte del usufructo para poder vender el palacio sin obstáculos legales. Aunque la cifra real del acuerdo jamás fue revelada, se estima que la viuda habría recibido varios millones de euros —una suma más que considerable—, especialmente teniendo en cuenta que el precio de venta del inmueble ronda los siete millones de euros.

En declaraciones públicas, Tamara aseguró que "con Esther se ha llegado a un acuerdo y todos contentos. Esther se ha portado fenomenal". Pero la realidad es que, detrás de esa cortesía, se esconde una de las jugadas más inteligentes del entorno nobiliario español: Doña cedió sus derechos a cambio de un pago en efectivo que ahora le permite vivir con holgura y sin cargas. Y es que El Rincón no es cualquier propiedad.

Con más de 160 años de historia, ha albergado a reyes, celebridades y grandes nombres de la aristocracia española. Sin embargo, mantener este coloso arquitectónico no es tarea fácil. A pesar de que su alquiler ronda los 30.000 euros mensuales, el mantenimiento mensual de la finca —entre jardinería, restauraciones, impuestos y personal—supera con creces cualquier ingreso generado por el alquiler del lugar para eventos.

Una nueva vida entre playas exóticas y romances internacionales

Desde que firmó su independencia económica, Esther ha cambiado los pasillos fríos del palacio por playas cálidas y suites de lujo. Se la ha visto de vacaciones en destinos de ensueño como Praia do Forte, en Brasil, donde se alojó en un hotel cinco estrellas acompañada por su nueva pareja, Joao, un empresario de origen portugués con el que ahora comparte cenas privadas y atardeceres paradisíacos.

Su estilo de vida ha dado un giro completo: eventos exclusivos, escapadas románticas y una agenda libre de obligaciones familiares. A diferencia de Tamara, quien sigue enfrentando las exigencias públicas como marquesa mediática y celebrity televisiva, Esther disfruta del anonimato dorado que le proporciona su nueva riqueza. Mientras algunos la consideran una viuda astuta, otros la tildan de visionaria. Lo cierto es que, sin necesidad de escándalos ni conflictos judiciales, Esther Doña ha sabido capitalizar su breve pero estratégico paso por la aristocracia.