El pasado domingo, 13 de abril, trajo una noticia devastadora para la literatura mundial: Mario Vargas Llosa ha fallecido en Lima, rodeado de sus hijos y su exesposa, Patricia Llosa. La familia del Premio Nobel ha optado por una despedida íntima, sin ceremonias públicas, acorde con los deseos del escritor. Sin embargo, lo que muchos no esperaban era la contundente ausencia de Isabel Preysler y Tamara Falcó, quienes, según fuentes cercanas, jamás fueron bienvenidas en el entorno más cercano del literato.
Lejos de lo que podría considerarse una separación cordial, la ruptura entre Mario e Isabel en 2022 dejó una grieta imposible de cerrar. La familia Vargas Llosa fue tajante desde el primer momento, dejando claro que no deseaban volver a ver a la socialité ni a su hija, ni siquiera ante el fallecimiento del escritor. Una decisión fría, sin margen para segundas oportunidades, que ahora ha vuelto a salir a la luz en el momento más doloroso.
“Nunca más”: el veto que marcó el final de una relación incómoda
Una fuente cercana al entorno familiar ha revelado que, tras la separación de Mario e Isabel, los hijos del escritor manifestaron su rechazo de manera directa y contundente hacia ambas: afirmaron que no deseaban verlas jamás, ni siquiera en el momento de la muerte de su padre. Estas declaraciones, duras y sin ambigüedades, resuenan hoy más que nunca con la ausencia absoluta de Isabel y Tamara en el velorio privado.
Ambas han optado por un silencio que grita más que cualquier comunicado oficial. Tamara Falcó, volcada en su nueva etapa marital, ha evitado cualquier declaración pública. Isabel, por su parte, permanece en su residencia en Madrid, sumida —según revela un testigo cercano— en un “estado de shock” que ha preferido mantener en la intimidad. ¿Dolor genuino o estrategia mediática? La duda persiste y alimenta la especulación.
Una despedida blindada: ni flores ni cámaras
La familia Vargas Llosa no ha dejado margen para interpretaciones. En un gesto de férrea unidad, los hijos del autor —Álvaro, Gonzalo y Morgana— han organizado el velorio en la misma casa donde falleció el escritor, lejos de los flashes y los homenajes masivos. El Gobierno de Perú ha decretado un día de Duelo Nacional, pero la familia insiste: “Hemos acordado llevar este duelo en la intimidad. Por ello, hemos decidido velar a mi padre en casa y no en un lugar público y vamos a rogarles que respeten esa privacidad”.
La decisión de incinerar los restos de Mario, tal como él deseó, refuerza el carácter privado de esta despedida. Todo ha sido ejecutado con una precisión casi quirúrgica para evitar filtraciones, apariciones incómodas o revuelo innecesario. Y en ese blindaje absoluto, el nombre de Isabel Preysler ha quedado enterrado junto con cualquier posibilidad de reconciliación entre ambas familias.
Isabel Preysler, quien durante años ha sido considerada la “reina de corazones” en la prensa rosa, ha atravesado una humillación pública que, aunque silenciosa, es muy significativa. El hecho de que la familia de Vargas Llosa haya decidido “vetarla” demuestra que su presencia fue siempre percibida como más incómoda que bien recibida. Por su parte, Tamara Falcó, quien alguna vez se mostró cercana al Nobel, también ha quedado excluida de este desenlace, olvidada en un relato que nunca logró concretarse. Así, la relación entre Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler concluye no solo con un corazón roto, sino con un portazo definitivo. Un adiós sin flores, sin espacio para el perdón y sin posibilidad de retorno.