Si First Dates tiene el éxito que tiene es por la capacidad de sorpresa. Los fieles del programa de Carlos Sobera e incluso los paracaidistas que de vez en cuando se enganchan a uno de los capítulos saben de la potencia de un espacio basado en citas a ciegas. Es como abrir un huevo kinder tras otro, el contenido del regalito es una incógnita. Hay personas adorables, otras insoportables, unos cuantos friquis, más de un sobrado y un buen grupo de desubicados de la vida. Eso sin olvidar, claro, a los clásicos: entre ellos, los catalanófobos pata negra o, como mínimo, gente impregnada de prejuicios, estereotipos y planteamientos rancios y caducos, incluidos los espectadores que comentan el show en redes. Con todos estos ingredientes, la ensalada, el cóctel o el batiburrillo resultante consigue su objetivo principal: ¿el amor? Ilusos. Con entretenerte una horita basta, que hablamos de televisión.

La última entrega del espacio nos "regaló" un teatrillo de este género tan amado en las españas, el de mofarse de los catalanes. Lo hizo Lisa, una chica venezolana con "las ideas muy claras", repetía, y a la que presentaron a Víctor, un tipo barcelonés que de claro tenía más bien poca cosa. El catalán, de 42 años, skater y pica flor (tenía toda la pinta y por las cosas que decía no nos equivocaremos) le entró bien por los ojos a su cita, pero lo caló rápido. Ella busca una relación estable y seria, él... todavía se lo está pensando, y mira que han pasado semanas desde que se grabó el programa. La mujer, un martillo pilón de la dialéctica, le leyó la cartilla preventivamente, anticipando el desenlace final: no habría segunda cita. Y no porque Víctor, indeciso y bien queda, no lo deseara. Pero lo rechazaron, y además con la guinda de un chiste sobre los catalanes que de gracia y originalidad, poquita.

Lisa, First Dates / Cuatro
Víctor, First Dates / Cuatro

Chiste rancio sobre los catalanes en First Dates, ¿quién paga la cuenta?

El plató de First Dates simula un restaurante en el que los concursantes, como mínimo, cenan. Cenan y pagan: la broma sale a 20€ por cabeza. ¿Es mucho? ¿Es poco? Es irrelevante. La cuestión de la cuenta es un elemento más del guion. Cuando alguien tiene que sacar la cartera le ves el alma. Lisa la tiene tirando a oscura; está llena de clichés que estarían muy bien en el siglo XX... o en un cassette de chistes del Arévalo. Víctor coge la cuenta y ella dispara a la primera de cambio: "¿Cúanto es? 40€. Los catalanes no invitan, yo pago". Tacháaaan. Risas enlatadas. El tópico de "catalanes tacaños", se ve que es internacional. Cosas de la educación hispanocéntrica, que causa estragos. El tipo se queda un poco descolocado, quizás porque va descolocado de serie: ¿"Ein?" Ella ríe y reacciona... fatal: "Si quieres pongo 30, va. Para no parecer tan catalán", mientras pone una cara muy extraña. Lisa le perdona la vida: No te preocupes. Podemos pagar 20 y 20. Y así cada uno está contento". Uy, sí.

Víctor y Lisa con la cuenta de las narices, First Dates / Cuatro

Mucho cachondeo con Catalunya, pero ella queda retratada como machista sin remedio

La cosa sigue, no queda aquí. Y Lisa acaba más retratada que otra cosa. Mucho cachondeo con los catalanes, pero ella es un micromachismo con piernas. Qué narices micro, es Moby Dick. Víctor intenta justificar que paguen a escote, "la primera..." No puede acabar, ella no calla. Habla por encima constantemente. ¿Para decir el qué? Pues ea, esa cosa tan moderna de "la primera deberías ser tú". Claro, el hombre que pague, es el no va más de la caballerosidad y bla, bla, bla. Pero los catalanes tacaños. Un festival, patético. Felicidades.

Invitar está muy bien. Sobre todo cuando lo haces por aquellos que valen la pena. Este no sería el caso, era una cita condenada al fracaso.