Seguimos con el repaso de los personajes de 'Plats Bruts', una serie que no se tendría que haber ido nunca de TV3. Ojalá la recuperen, pero no tiene pinta. Han pasado muchos años y, si comentábamos que Emma y Pol Requena están irreconocibles, ni os imagináis a Stasky. También camarero, Stasky aterrizó en la sitcom como relevo de Pau Durà (Pol). Era el camarero gracioso del bar. Todos lo recordamos jovencísimo, con un tupé entre pintoresco y estrafalario y con una gracia paradójica. Era un gran actor y sigue siendo un gran actor. Eso sí, parece otro. Mantiene el cabello, pero se le nota de la edad. Son ya 46 años, media vida.
Echando un vistazo a su perfil de Instagram, nos enteramos de todas las novedades que nos trae Borja Espinosa (este es su nombre real). En el campo, con el hijo, con la mujer, con el perro, con los amigos, en el teatro... El antiguo Stasky se ha repuesto: ya no es aquel chico rebelde que salía en la sitcom más seguida de Catalunya y que era un ligón. Ahora se ha asentado, como lo acabaremos haciendo todos tarde o temprano: tiene una calidad de vida envidiable. Compagina su vida profesional con la personal y eso le permite ser un buen padre, una buena pareja, un buen amigo... Hace de todo y más, también se hace fotos sin ropa en el campo.
Este es uno de los placeres mayores de la humanidad. Ducharse despelotado en el campo. Stasky lo hace de maravilla: en Catalunya, en catalán y con aroma de viñas del Baix Camp. No lo hace una sola vez, lo hace cada vez que va allí, donde debe tener una casa de veraneo o algo similar. Mirad estos dos posts: ¿a muchos y muchas os gustaría ser una gota de agua de la manguera, verdad? Morrocotudo.
Un cuerpo de escándalo.
Su última obra
Ahora Espinosa está con el teatro. Muchas son las obras que ha protagonizado, pero la más reciente es 'Inmunidad', una palabra que se ha puesto muy de moda a raíz de la pandemia de la COVID-19. Borja Espinosa, Anna Perelló, Mercè Pons, Òscar Muñoz, Javier Beltrán y Vicenta Ndongo son convocados para participar en un muestreo demográfico. Se busca mejorar la gestión política en el caso de la llegada de futuras crisis. Estas personas son reunidas en una sala, se les ha asignado una cifra y se les ha dado una cajita con dos pulsadores: uno verde y el otro de rojo. La inteligencia artificial les preguntará cómo quieren actuar en cada uno de los casos que se les plantee y estas personas tendrán que votar si están a favor o en contra. Todas las decisiones, sin embargo, se tendrán que tomar por unanimidad, es decir, todos y todas tendrán que votar lo mismo. La rabia y la frustración pronto aflorarán con el fin de poner en peligro el sistema democrático que les plantea el ordenador. La presión, la necesidad y los nervios pondrán a prueba sus habilidades para hacerse entender, para convencer, para seducir o para comprender a los demás.
Vale la pena.