Italia está conmocionada desde que hace unos meses se supo de un brutal asesinato que finalmente hoy ha sabido la sentencia. El futbolista Giovanni Padovani asesinó a su expareja, la modelo Alessandra Matteuzzi, y no solo eso, sino que lo hizo de manera sangrante y macabra: a golpes de martillo, patadas y puñetazos, cerca de su casa de Bologna el 23 de agosto de hace dos años.
Ahora, el Tribunal de causas penales de la localidad italiana ha condenado al exjugador del Santacaldese, de la Serie D italiana, el equivalente a la Cuarta División aquí, a cadena perpetua (además de pagar una indemnización a la familia de la víctima) después de las acusaciones que había encima de la cabeza de Padovani: homicidio agravado con premeditación, acoso, motivos frívolos y vínculo afectivo, según pedía la Fiscalía. Padovani tenía, en el momento de los hechos, 28 años y su expareja 26. Según palabras del exfutbolista en la sala donde lo han juzgado, en el momento del brutal asesinato no era una persona juiciosa que estuviera en sus cabales: "Ya no soy aquel hombre, entonces no giraba redondo. Pero si creéis que es normal matar a una mujer tan bella e inteligente como Alessandra, entonces merezco una cadena perpetua. Si reconoces una perturbación en lo que he hecho y en lo que todavía tengo, lo consideráis todo sin dejaros influenciar por la opinión pública. Lo que he hecho es muy grave e imperdonable".
Italia todavía está conmocionada por el asesinato de Matteuzzi, especialmente por la brutalidad de Padovani, que no solo le dio golpes con un martillo, sino que también utilizó un bate de beisbol y un banco que cogió de un jardín que había cerca de los hechos, mientras unos vecinos intentaban detener el asesinato, y a quien el exfutbolista gritó "no me importa ir a la prisión, pero tengo que matarla", cosa que lamentablemente consiguió cuando habían pasado 20 minutos de la agresión. Padovani y su pareja llevaban un año donde se temía lo peor y ya se veía que él tenía un comportamiento obsesivo y persecutorio, habiéndole robado a ella contraseñas en las redes sociales, habiendo puesto cámaras de videovigilancia, espiado correos electrónicos y obligándola a hacer videollamadas de manera constante para saber en todo momento con quién y dónde se encontraba. Un comportamiento de acosador de manual, que ella había denunciado tres semanas antes de su muerte.
Después de ir a la Policía, la Fiscalía había abierto una causa judicial, pero nadie decidió tomar medidas cautelares contra el hombre. Ahora, una vez sabida la sentencia, el abogado que representa a la familia de la víctima ha hecho la siguiente valoración: "Siempre hemos creído que todas las circunstancias agravantes reconocidas hoy por el Tribunal existían desde un punto de vista técnico. La verdad es que se ha producido una tragedia: la cadena perpetua puede dar satisfacción porque se ha hecho justicia, pero nunca te deja feliz, nunca".