La relación de Iker Casillas y la prensa del corazón empeora cada día. Desde que estallara la bomba de su separación con Sara Carbonero, el exportero del Real Madrid y Oporto se ha visto convertido en un personaje más del circo. Mejor dicho, de carnaza. Adicciones, infidelidades, egoísmo e insensibilidad, comportamientos agresivos... se ha dicho de todo, hundiendo su idílica imagen de 'el yerno de España'. Ha pasado de semidiós a paria a la velocidad del rayo por una única, sencilla e incontestable razón: Casillas vende y mucho en las portadas. Y cualquier detalle de su intimidad es oro para el gremio.
Es cierto que han pasado meses desde la ruptura y la tormenta de porquería que convirtió su vida en un espectáculo penoso. Y que Carbonero haya podido rehacer su vida (o no) con el cantante Kiki Morente ha apaciguado la intensidad de los ataques y la persecución a la que se ha visto sometido. Pero no ha remitido, ni mucho menos: ahora todo el mundo busca su reacción a la felicidad de la periodista deportiva. Siempre hay una buena excusa. Y todavía tendrán que pasar muchas cosas antes de que Iker deje de interesar.
El madrileño está harto. Hasta las narices. Nunca le ha gustado ser el centro de atención de paparazzis y reporteros, aunque cuándo las cosas iban bien no tenía problemas graves con los profesionales de la información rosa. Ahora la situación es otra, y su reacción, también. Un hecho tan cotidiano como salir de casa con sus criaturas, Martín y Lucas, para llevarlos a la escuela, es sinónimo de lo que considera un acoso en toda regla. Y se ha sublevado contra un equipo de una conocida agencia, haciéndoles pasar mucha vergüenza. Cuando menos, a la periodista que le lanzaba preguntas a través de la ventanilla de su coche.
El método de Casillas ha sido el enfrentamiento directo, sin aspavientos ni palabras gruesas pero con contundencia. Ha bajado la ventana y ha dejado a la comunicadora roja como un tomate. Ella que pensaba que había cantado bingo y que obtendría unas declaraciones jugosas que llevarse a la redacción, y va y se encuentra con el discurso del portero: "Esto es lo que suele ocurrir todos los días en la puerta del cole. Así que si luego decimos que no estamos agobiados por estar aquí, pues imaginaos un poco lo que e llegar y tener aquí a la gente. Ese es el problema, que no se respeta ni en el cole. Solo para que la gente vea como estamos todos los días". La estampa de la periodista, cabizbaja, lo dice todo.
Casillas ya no quiere bailar, pero como le obligan a hacerlo, ha decidido participar... con sus reglas. Y es tan legítimo como el trabajo periodístico, la verdad.