No podía fallar. Era su último día y tenía que dejar un recuerdo para la posteridad. Y lo ha hecho. En castellano, by the way. Inés Arrimadas se ha puesto el disfraz de folclórica en la tribuna del Parlament de Catalunya, y convertía en un papelón lacrimógeno el momento de despedirse de compañeros y rivales políticos. También de la ciudadanía catalana, que la ha sufrido de lo lindo durante 7 años en la cámara de representantes, y que a partir de ahora la mirará con una distancia prudencial. Una distancia de 650 kilómetros, aproximadamente. La de Ciudadanos se emocionaba al arrancar su despedida, y cada lágrima que resbalaba por sus mejillas (en teoría, porque lágrimas reales no hemos visto) era recibida por muchos espectadores y usuarios de las redes sociales como una bendición: La de la liberación por perderla de vista.
¿Tiene corazón, Arrimadas? ¿Es humana? ¿O todo obedece a una estudiada puesta en escena, más propia de cualquier participante de un reality televisivo que queda expulsado del concurso y que sólo tiene palabras bonitas para el resto del mundo? Palabras que no ha utilizado mucho a lo largo de su agresiva (por decirlo de forma suave) forma de practicar la política, dentro y fuera del Parlament. Todo eran agradecimientos: A su gente, a sus adversarios, incluso "a la gente que no se ve". Qué gran compañera. Eso sí, de otros compañeros sin embargo, de aquellos que llevan|traen más de un año de prisión preventiva, ni mencionarlos. Lástima. Será cosa de los nervios del directo.
O quizás no. Porque una vez pasada la "ternura", Arrimadas volvía a su ser, y aprovechaba sus últimas palabras para practicar su deporte favorito: Sacar cartelitos. Y qué cartelito, qué elección más adecuada. Una fotografía de lo que (supuestamente) le han escrito esta mañana frente a su domicilio: Un "Passi-ho bé, Inés" sobre lazos amarillos. Para ella, un escrache más de los peligrosos nacionalistas catalanes, de los "lazis", según su repugnante terminología. Para muchos otros, el pensamiento colectivo de un pueblo.
Por cierto, que Arrimadas ha pasado de largo del MHP Quim Torra que se había levantado, respetuosamente, para despedirse personalmente, como han hecho también otros consellers y miembros de los partidos de Gobierno (cosa que ella no ha hecho con Laura Borràs, por ejemplo). Cuando ha acabado de recibir los parabienes de su grupo, y lo ha encontrado conveniente, entonces sí que se ha dignado a hacer un rápido apretón de manos con los representantes de un Gobierno que detesta, desprecia e ignora. Bon vent i barca nova, Inés. No te echaremos de menos.