Fue una de las bodas más mediáticas del 2023. Tamara Falcó e Íñigo Onieva se unieron en matrimonio el pasado 8 de julio en una celebración vigilada con lupa. De cara a la prensa, no solo entraban en juego las infidelidades de él a la marquesa de Griñón, sino también mil y uno otros factores que daban pistas sobre un acontecimiento maldito.
Nunca podrá constatarse con una base científica si alguien les había encendido dos velas negras, que diría la bruja Lola, pero el listado de indicadores que lo podían hacer entender al resto de mortales se ampliaba día tras día. Problemas con el vestido de la novia a los que, en última instancia, se añadía también una noticia muy dura –o no– para el yerno de Isabel Preysler. Onieva, que tiene estudios superiores en ingeniería industrial y hasta hace unos meses se dedicaba a hacer de relaciones públicas a dos restaurantes muy pijos de Madrid, se quedaba sin trabajo semanas antes que el enlace se hiciera efectivo.
Imaginamos que no era un drama terrible para ellos, que ya se sabe que eso de estar en activo en el ámbito laboral tampoco es uno de los mayores de los intereses de la pareja. Para muestra, sus dinámicas postboda. Íñigo ha podido presumir de estar desempleado durante una temporada larguísima en la que ha seguido los pasos de su mujer en eso de dedicarse al disfrute a jornada completa. Lo que vendrían a ser unas vacaciones permanentes, vaya. No se le ha conocido ningún trabajo hasta ahora, y no es de extrañar. Le habría sido bastante difícil compaginarlo con unas vacaciones interminables comprendidas en el marco de la luna de miel más larga de la historia. La ganadora de MasterChef Celebrity y él se tiraron casi un mes entre Sudáfrica y otros lugares exóticos del mundo con motivo de la luna de miel.
Sin embargo, eso era solo el principio. Al volver a casa, los periodistas lo pillaban impávida y ella confesaba que su intención era, después de tanto trote, seguir haciendo vacaciones. Un descanso del descanso, que siempre es necesario. París, la Polinesia Francesa, Sotogrande, Roma, Ibiza, la costa de Amalfi... La lista de destinos que han podido acoger a los tortolitos hasta este noviembre es prácticamente interminable.
En cualquier caso, parece que se ha acabado el recreo sobredimensionado. Al menos, así se extraería de la información que esta misma semana ha hecho pública el programa TardeAR, donde además de mostrar la nueva y lujosísima casa de los enamorados, se destapaba uno de los giros de guion más grandes en cuanto al matrimonio menos estable de la cronología humana. Señoras y señores, Íñigo Onieva vuelve a estar en activo. Una nueva aventura profesional para desconectar de sus obligaciones simbólicas como viajero empedernido que volvería a estar relacionada con el mundo del ocio de las élites españolas, ofreciendo servicios para la discoteca Lula Club de Madrid.
Y eso no sería todo. Parece que hace poco también habría acabado de gestionar la burocracia necesaria para convertir un edificio en sus oficinas centrales. "Ha cogido el edificio completo, 78.000 euros". Para él, calderilla. Con todo, los datos de la nueva incursión de Onieva en el mundo laboral indican que se ha establecido como autónomo. Un entrepeneur de manual, con la mentalidad de tiburón para llevar adelante proyectos. En solitario, como la renovación del Café Gijón, pero también con la Falcó. De este último proyecto solo se sabe que está relacionado con el palacio de El Rincón, el lugar heredado de la marquesa que precisamente escogieron para casarse.
La enésima muestra de que todo lo hacen juntos. Que están enamoradísimos sin estarlo mucho. Quizás por eso no se separan en ningún momento. Ni al empezar nuevas etapas, como esta. Tamara lo observa de cerca.