Íñigo Onieva y Tamara Falcó se juraban amor eterno el pasado 8 de julio, una promesa delante del todopoderoso que significaba un juramento de por vida. Pero no una promesa cualquiera, dentro del matrimonio ya no cabían ningún tipo de infidelidades o traiciones, todos los nanosegundos del metaverso, cuentan cada día de sus vidas. "Yo íñigo Onieva, te quiero a ti como legítima esposa y me entrego a ti. Prometo serte fiel a las alegrías y a las penas, a la salud y la enfermedad, todos los días de su vida" Estas fueron justamente las palabras que declaró Onieva delante de la marquesa de Griñón, y todo el resto de la familia que lo cogía con pinzas. El verdadero título de "marido de..." tenía que trabajarse la confianza de la suegra.
En primer lugar, tenía que rehacer completamente su vida profesional. Íñigo Onieva hacía meses que se pasaba las tardes en el sofá, el supuesto empresario no trabajaba de nada, y solo lo veíamos de restaurante en restaurando, hasta que finalmente se metía manos en la obra (literalmente) y abría Casa Salesas, su propio local gastronómico, bar y coctelería que despertaba la polémica desde el minuto uno. Las únicas reseñas buenas están escritas por él mismo y su propio entorno, el resto de vecinos y comensales no estarían demasiado contentos con el servicio. Pero bien, a pesar de los revuelos, parece que su estreno fue un paso adelante de su relación con Isabel Preysler, la socialité no faltaba al acontecimiento y posaba felizmente con su hija y su yerno. Primer reto superado.
Pero la verdadera prueba de fuego llegaba cuando Íñigo tenía que ser el acompañante, y más en una noche dedicada exclusivamente a su esposa. Tamara Falcó asistia a los premios de la revista ELLE como ganadora del premio LifeStyle Icon, una noche donde estaba la protagonista y necesitaba el mayor apoyo familiar. Así pues, la marquesa llegaba a la gala, con su madre y su marido. Feliz familia de tres. Tamara Falcó aprovechaba el momento previo a la alfombra rojo para regalarnos, uno selfie al momento taxi entre su marido y su madre. Sentados los dos detrás, con carcajadas nerviosas y más bien incómodas. Nos podemos imaginar la situación: la Falcó charlando a diestro y siniestro del momento previo a la entrega de premios mientras Íñigo asentía y la Preylser le iba recordando todo el rato, las maneras y los modales que tenía que tener encima del escenario. Las dos tenían que quedar divinas. Y Onieva... a asentir.
Llegaba el momento de la verdad, el trío se sentaba ni más ni menos que al lado del jugador del Real Madrid, Dani Carvajal. Otro selfie para recordar, y como no, Íñigo en medio de las dos, para formar parte de la conversación de niñas a fondo. Llegaba la entrega de premios, Tamara Falcó se ponía a trabajar: sonreír y soltar su discurso de un premio que le había entregado a su propia madre y su íntimo, Boris Izaguirre. "Es un honor recibir este premio a LifeStyle, este reconocimiento, no es solo reflejo de mi trabajo, sino también de las lecciones y el amor que he recibido a lo largo de mi vida" Íñigo Onieva aplaudiendo desde la mesa, pero el resto de asistentes no podían aburrirse más. Así lo publicaba Inés Hernand, fotografiando a los asistentes. Nadie le prestaba atención.
Tamara Falcó continúa en su línea, bien mejor dicho, en el camino de su madre. Cara reluciente y perfecta, carcajada, vestidos de ensueño, premios y lujos. Y ahora con Íñigo Onieva, su novio ejemplar.