Meter la pata una vez puede tener un pase. Y en el caso de Íñigo Onieva, ha quedado claro que es así. En su pareja y prometida Tamara Falcó la ha perdonado la infidelidad pública y manifiesta horas después de anunciar su compromiso de boda el pasado mes de septiembre. Un vídeo del madrileño morreándose con una tercera en un festival techno y VIP en los EE.UU. hizo saltar la relación por los aires. La hija de la Preysler se caía del caballo y todo lo que le habían dicho por activa y por pasiva, básicamente que Íñigo era un mujeriego, se revelaba como una epifanía tardía. Le fue infiel, como mínimo en el desierto de Nevada; del resto no quería ni oír hablar. Después de molestarse mucho, de jurar borrarlo de su vida y de refugiarse en la oración y la caridad, la Falcó se ablandó. Y no solo perdonó cristianamente a su chico, también volvió al punto de partida. Habrá boda. Como si no hubiera pasado nada.
Pero sí, sí que pasó algo. Es evidente. Y Tamara, tras un extraño episodio de supuesto romance con un amigo de Onieva, quien por cierto insultó al colega sin piedad, impuso unas condiciones extremas al relaciones públicas. La primera, que dejara la noche. Cuando menos, su trabajo a pie de discoteca en el Lula Club. Bastantes noches de desenfreno con vete a saber qué compañías y haciendo cosas que le provocaban insomnio y angustia en su pijísima querida. Así lo hizo Onieva, que pasaba a ocupar un despachito y la dirección del departamento de relaciones públicas. Lejos del barro y de las redadas policiales, como la de hace unos días en el local, con 40 policías nacionales registrando cada milímetro buscando drogas y armas.
Tamara Falcó provoca la reconversión religiosa de Ínigo Onieva
Esta, sin embargo, no ha sido la única gran modificación del tipo de vida de Íñigo. Ni mucho menos. Hay una mucho más notable, trascendental y que habla de la fe que pone en esta relación y su futuro. Falcó tiene unas profundas convicciones religiosas, de hecho decía que estuvo a punto de vestir los hábitos y hacerse monja. No de monja exactamente, pero sí la hemos visto durante la tormenta de la separación vistiendo el uniforme de las hermanas auxiliadoras de Lourdes. La religión es un factor determinante para formar parte de su vida, y Onieva lo ha captado rápido. Por eso ha cambiado de lugar favorito en el mundo: de la pista de baile a las iglesias. Se ha convertido en un habitual de misas y homilías. Lo que haga falta para llegar al mes de julio y completar el enlace.
Onieva, de iglesia en iglesia para llegar a la boda con la hija de Isabel Preysler
Mientras Onieva era un proscrito para Tamara, empezaron los movimientos en este área del catolicismo practicante. Hizo el Camino de Santiago, donde dicen que se reencontró con su esencia. El gesto tocó la fibra de su querida, supuso un punto de inflexión. Una vez juntos, los hemos visto entrar de la mano en diferentes templos. Vanitatis señala uno como el preferido, "la de la calle Bárbara de Braganza, más conocida como Santa Bárbara o el convento de las Salesas Reales, el mismo lugar donde habían previsto darse el primer 'sí, quiero'", explican. La boda la harán en el decrépito palacio El Rincón, en ruinas, con urinarios portátiles y una lista de regalos que da miedo, pero el papeleo estará en la parroquia de Aldea del Fresno. Va a todas, Íñigo.
Falcó solo tiene una preocupación: que la reconversión de Onieva no sea un calco de "a Dios rogando y con el mazo dando".