En una inesperada vuelta de tuerca que ha dejado perpleja a la alta sociedad y a la prensa del corazón, Tamara Falcó e Íñigo Onieva han decidido interrumpir su tratamiento de fertilidad. Una decisión que no solo pone fin —por ahora— al anhelo más íntimo de la marquesa de Griñón, sino que abre la caja de Pandora de tensiones matrimoniales, creencias extremas y rumores que amenazan con dinamitar lo que parecía un matrimonio perfecto.

La noticia, difundida por la youtuber Maica Vasco y ya confirmada por varias fuentes cercanas al entorno de Tamara, ha encendido las alarmas. Tras meses de discretos esfuerzos por concebir, la aristócrata ha puesto punto final a un tratamiento singular, alejado de los métodos convencionales y regido por principios religiosos que rozan lo dogmático: nada de fertilización in vitro ni tratamientos de estimulación hormonal.

El extraño camino de Tamara Falcó hacia la maternidad

Lejos de las clínicas punteras de fertilidad, Tamara Falcó eligió un centro “acorde a su fe”, en el que cada paso debía ser aprobado por un consejero espiritual. Según fuentes cercanas, el método incluía una abstinencia parcial, el seguimiento exhaustivo del ciclo ovulatorio y un calendario de encuentros íntimos ajustado a valores eclesiásticos. Según la periodista Maica Vasco, Falcó evitó clínicas de reproducción asistida debido a advertencias de su asesor religioso, quien asociaba dichos lugares con “influencias malignas”.

Sin embargo, a medida que avanzaban los meses sin resultados, el desánimo empezó a calar en la pareja. Aunque Tamara insistía en mantener la esperanza, los indicios de que algo no marchaba bien comenzaron a ser evidentes. Isabel Preysler, su madre y principal apoyo emocional, fue directa: le advirtió que el tratamiento no era compatible con su estilo de vida ni con el de Íñigo Onieva, cuya afición a la vida nocturna y los escándalos públicos generaban un entorno poco propicio para la concepción.



Íñigo Onieva, entre la noche madrileña y la sospecha de doble vida

El empresario, cuyo historial no ha estado exento de controversias, volvió a estar en el ojo del huracán tras ser visto el pasado 14 de febrero entrando y saliendo de un hotel con otra persona que no era su esposa. Mientras Tamara compartía una postal romántica en redes, Onieva protagonizaba un capítulo que parecía sacado de una novela de espionaje: movimientos sigilosos, escapadas por pasillos y una actitud esquiva que levantó más de una ceja.

Días después, fue captado en la feria ARCO con el rostro desencajado y, para colmo, cenando con dos mujeres —ninguna de ellas su esposa— en un exclusivo restaurante japonés. Las imágenes, lejos de ser aclaradas, fueron ignoradas por el protagonista, alimentando aún más el rumor de una crisis latente. En los círculos más selectos de Madrid ya se habla de una “doble vida” y de un matrimonio sostenido únicamente por apariencias.

El punto de ruptura parece haber llegado: Tamara ha cerrado la puerta al tratamiento, pero también podría estar preparándose para cerrar otra más significativa. La confianza se ha erosionado, la fe se ha desvanecido y el deseo de maternidad ha sido sepultado bajo capas de decepción. Fuentes cercanas confirman que dejó de acudir a su asesor espiritual, y aunque no hay anuncios públicos, todo apunta a que el cuento de hadas que comenzó con pompa y boato en El Rincón podría estar llegando a su fin.