El discurso de la reina de Inglaterra con motivo de la crisis sanitaria ha dejado al descubierto las miserias del discurso del rey Felipe por el coronavirus. Isabel II se ha dirigido a sus conciudadanos con un mensaje televisado impecable de 4 minutos y medio que parece una película. La reina de la monarquía más clásica de Europa, a sus 93 años, da sopas con onda a Felipe VI que dio un discurso lamentable y obvio, falto de fuerza, de voz aflautada y ademán rutinario, de pie, sin mostrarse cercano. Este es el vídeo de Isabel II:
El discurso de la reina lo han mezclado con imágenes de voluntarios, médicos y enfermos. La monarca cede el protagonismo a la gente y opta por un parlamento sin banderas ni símbolos. Se limita a estar sentada, con un folio de papel símbolo de ponerse manos a la obra, vestida de verde esperanza y dando una lección de cómo actuar en tiempos convulsos. Felipe necesitó la bandera de España y a Isabel le basta una voz grave y un montador de vídeo que inserte detalles como el discurso a la nación de una joven princesa Isabel el año 1940 durante la II Guerra Mundial:
Los expertos han hablado de la brillante puesta en escena, sobria, contundente, próxima, con una cadencia y una tranquilidad que contagian calma. En el digital Vanitatis: ""Fondo completamente aséptico, en el que no hay ni una fotografía familiar para evitar que cualquier detalle robe protagonismo a sus palabras (...) Vestuario, con un pertinente vestido verde, el color asociado a la esperanza". De los vídeos solo alabanzas: "No hay himno, no hay banderas, no hay fotos familiares. Pero sí hay ciudadanos, sanitarios, militares, trabajadores esenciales, niños, vecinos y amigos aplaudiendo. Ellos son los protagonistas del mensaje. No la Casa Real en sí".
Felipe hizo un publirreportaje de la turbia Corona española en su peor momento. Citaba a Letizia, Leonor y Sofía mientras Isabel II sólo a la gente. Y los gestos nerviosos de Felipe, poniéndose la mano en el estómago y no en el corazón, dejan claro que reina sólo queda una: la inglesa. La monarquía española es un trasto viejo de anticuario.