El pasado siempre vuelve: también el de Isabel Preysler, por descontado. Que sea una reina de la jet-set y levite a dos palmos del suelo no la hace inmune. Es más, en su caso todo se magnifica proporcionalmente a su proyección mediática y a su pijerío. Y los escándalos y miserias, que también tiene y a espuertas, pues acaban convirtiéndose en un circo de tres pistas que ni ella, con todo el poder que tiene en según qué ámbitos, puede controlar.
Dos nombres atormentan a la filipina como un martillo. Dos viejos conocidos por los cuales no siente nada de simpatía. Una enemistad es reciente, la de su ex Mario Vargas Llosa, con quien ha acabado fatal después de 8 años de novios. La otra ya tiene más antigüedad y es fuerte: Laura Boyer, hija del primer matrimonio con Miguel, y a la que no quiso nunca. Laura acaba de morir víctima del cáncer y su regalo post-mortem ha sido una entrevista demoledora contra la madrastra Preysler: "La odié. Solo querían dinero". La protagonista y su inseparable hija Tamara Falcó están eludiendo pronunciarse sobre este tema tan espinoso, hay poco que ganar y mucho a perder. La abogada de la familia Boyer ha salido a defenderla, pero el retrato no se borra con un comunicado. Pasa factura a alguien que vive de sonreír en saraos, alfombras rojas y en las revistas más pomposas. Isabel lo sigue haciendo porque es una profesional del gremio, pero es impostado. Tiene problemas por todos lados.
La hijastra Laura Boyer destripándola después de muerta y el miedo a Íñigo Onieva, dolores de cabeza constantes
Por si no tuviera bastante hay que añadir que la ruptura y el conflicto posterior con Vargas Llosa coincidió con el serial de su hija Tamara con Íñigo Onieva. La futura boda provoca recelos en una madre que no se fía un pelo del madrileño, a pesar de que públicamente quiera apoyar la elección de la marquesa de Griñón. Como siguió de cerca las peripecias del futuro yerno, le ha visto las orejas al lobo y cruza los dedos mientras preparan un enlace tan pijo como humillante para los invitados. Pero que Boyer, Onieva y Vargas Llosa son un quebradero de cabeza ni cotiza.
Vargas Llosa exultante al recuperar su antigua vida, la Preysler lo fulmina
Mientras tanto a miles de kilómetros tenemos a Mario que se ha quitado un enorme peso de encima. Ahora lee, escribe, ríe, besa, baila, parece feliz. No el pitufo gruñón de siempre. A ver, que es Mario Vargas Llosa, tampoco es Mickey Mouse, pero destila alegría en su antigua vida. Incluso disfruta de un sarao como una preboda, la de su nieta Josefina. Tanta simpatía provoca cierto escozor y se ha manifestado en la reaparición de la Preysler en público, un acto de una revista. Pulla a su ex multiplicándolo por cero, lo fulmina: "Hace tiempo que pasé página". No es nadie. Borrado.
Para páginas, las que escribió el peruano sobre ella en 'Los vientos': el hedor a rencor es compartido, pero ahora molesta más a la filipina.