Isabel Preysler, la icónica socialité hispano-filipina, siempre ha estado en el foco mediático por su vida amorosa, sus lujosos gustos y su innegable influencia en la alta sociedad española. Sin embargo, tras décadas de aparecer en las portadas de las revistas más prestigiosas, han salido a la luz nuevos rumores sobre su vida privada que dejan a todos sorprendidos. Y no, esta vez no se trata de sus romances con famosos, sino de su inusual relación con el dinero. ¡Al parecer, la reina de corazones tiene fama de ser increíblemente tacaña, incluso con sus seres más cercanos!

Pese a haber acumulado una fortuna estimada en 28 millones de euros, Isabel Preysler tiene fama entre sus amigos y empleados de ser una persona que apenas gasta dinero. En contraste con la imagen pública que proyecta, llena de lujos, joyas y alta costura, quienes la conocen aseguran que Isabel lleva una vida sorprendentemente austera. Aunque vive en la opulenta mansión 'Villa Meona', su famosa casa con tantos baños como habitaciones, fuentes cercanas afirman que la madre de Tamara Falcó es sumamente huraña.

¿Mujer millonaria pero huraña? ¡Así es Isabel Preysler!

“Gasta poquísimo”, revelaron personas cercanas a la socialité. A pesar de haber sido la imagen de marcas de lujo como Porcelanosa y colaborar con firmas de joyería como Rabat, Isabel no es dada a los caprichos. “Ni en arte, ni en moda, ni siquiera en viajes”, añaden sus allegados. Su relación con el dinero es bastante curiosa: le gusta tenerlo, pero no gastarlo. De hecho, algunas fuentes afirman que tras su ruptura con Mario Vargas Llosa, ha decidido ajustar aún más su presupuesto, ya que era el escritor quien cubría buena parte de los gastos de la mansión y el personal de servicio.

Uno de los aspectos más sorprendentes es que no solo sus amigos, sino también sus empleados, han confirmado esta conducta huraña con el dinero. Se comenta que Isabel es tan cuidadosa con sus gastos que incluso en lo más básico, como la comida, prefiere escatimar, por lo que come lo mínimo para no gastar. Y no se trata de un rumor aislado: varias personas que han trabajado para ella han confesado que Preysler es extremadamente cauta con los gastos, controlando cada céntimo que entra y sale de su fortuna.

Según estas fuentes, Isabel no solo ahorra en comida y lujos, sino también en su día a día. Aunque posee contratos publicitarios millonarios, sus allegados aseguran que la socialité evita gastar dinero innecesario. De hecho, en eventos y compromisos públicos, se comenta que suele pedir prestadas joyas y atuendos que, tras usarlos, devuelve a sus patrocinadores. Este hábito no es precisamente nuevo, sino que ha sido su modus operandi durante años, lo que le ha permitido mantener una apariencia de lujo sin vaciar sus cuentas bancarias. Así que, aunque muchos podrían pensar que ser multimillonaria conlleva una vida de derroches y excesos, Isabel Preysler parece haber tomado un camino completamente diferente. Lejos de los lujos ostentosos que uno esperaría, la socialité ha demostrado ser una maestra en la economía doméstica, algo que ha sorprendido a más de uno en su círculo cercano.