La represión no se detiene. Marcel Vivet, activista indepe que participó en la contramanifestación de repulsa al sindicato policial de tufo ultra Jusapol, ha sido sentenciado a 5 años de prisión por lesionar en la muñeca a un antidisturbios de los Mossos d'Esquadra. La Audiencia de Barcelona es el escenario de este nuevo escándalo judicial, que ha indignando a ciudadanos y partidos políticos. Es una gota más, una enorme, en el que se ha convertido un océano de venganza y que afecta a miles de personas. Ahora bien, como el foco está puesto en los indultos o la renuncia a la vía unilateral, e incluso se agasaja al rey del 3-O cuando visita Barcelona, parece que todo el mundo tenga que estar calladito, quieto y en un rincón, sin molestar. Sumisos, obedientes y temerosos: así nos quiere España y sus cómplices.
Desgraciadamente para ellos, el estado español no tiene suficientes cárceles para enjaular a centenares de miles de indepes, y lo que es más importante: si así piensan que "vencen y convencen", tragarán quina. De hecho, ya pueden ir probando unas cuantas cucharadas, cortesía de un viejo conocido de todos ellos: el guionista y presentador Jair Dominguez. El atropello inhumano a Marcel ha provocado en él una reacción brutal, tanto que se podría considerar como una paliza (dialéctica, que después se ofenden) que ni Muhammad Alí en sus mejores días. No se corta ni medio pelo haciendo esta comparación: "5 años de prisión para Marcel mientras el retrasado mental de Jusapol tiene carta blanca para amenazarnos y blandir navajas delante de la cámara". El de TV3 se refiere a Alejandro León, el exaltado youtuber y exportavoz del sindicato, protagonista de episodios abyectos pero tolerados por el régimen. La indefensión de unos y la barra libre de otros: "Estamos solos y más vale que nos acostumbremos".
La apisonadora españolista sigue en marcha y descontrolada. Y no tiene ninguna intención de detenerse. Sobre todo porque el independentismo está perdiendo de vista aquello que lo hacía imparable: unidad y determinación.