Adeu. Adiós. Ciao. Au revoir. Good Bye. Auf wiedersehen. Inés Arrimadas se marcha de la política con el rabo entre las piernas, por la puerta de atrás y con más pena que gloria. De hecho, de gloria, ni una. Quizás aquellas elecciones donde consiguieron más votos hace unos años en Catalunya, y las posteriores elecciones generales, pero que se fundieron como un helado al sol y que en tiempo récord han quedado en nada. En la nada más absoluta. En un descalabro histórico de su formación, que a cada nueva elección que llega pierde más votos y diputados, como si fuera perdiendo sábanas en cada colada.

Inés Arrimadas, a la calle
Inés Arrimadas, a la calle

Es lo que tiene haber hecho de la crispación, la mentira, la miseria moral, el meter basura, las malas formas y el poco respecto, su modus operandi habitual. Ciudadanos ya es historia, y una de sus representantes más impresentables, también. La líder del partido naranja termina con el dudoso honor de ser recordada dentro de unos años como la montapollos. Este será el legado que dejará Arrimadas después de su paso por la política. Una carrera patética basada en su odio hacia el independentismo catalán que cierra con la certeza de que dentro de un tiempo, lo que se acordará de su vida política será su descriptivo apodo y alguna intervención grotesca, como aquella donde desde el Congreso hacía el gesto de echar a la calle, con cara de rabia indisimulada, o aquel huele a remontada. Pero se equivocaba Arrimadas en su percepción odorífera, porque no olía a remontada. Más bien, aquí huele a muerto. A cadáver político.

Inés Arrimadas, a la calle

Del descalabro de C's en las elecciones del domingo, el enésimo, de su no presentación a los comicios del 23 de julio y del adiós de Arrimadas ha hablado todo el mundo. Algunos, como Toni Albà, bien explícitos. Pero ninguno de tan contundente como Jair Domínguez. No ha sido la primera vez que le dice cuatro cosas bien dichas. Cuando la ya ex líder de Ciudadanos hizo un tuit celebrando que la Selección española de fútbol que dirigía un culé como Luis Enrique pudiera jugar en Catalunya, en Cornellà, 18 años después de la última vez, Jair respondió con un zasca de traca:

Y ahora, el presentador del Està passant de TV3 no ha ahorrado en definiciones para despedirse de Arrimadas. Cuatro definiciones, a cuál más brutal y antológica. Un pim, pam, pum y repum que tardaremos en olvidar. Nadie ha hablado más claro que él: "No la echaré de menos ni para la comedia. Política nefasta, tonta y, además, tóxica y malvada".

No hay que añadir nada más.