Jennifer Lawrence es una de las actrices más jóvenes con Oscar del Hollywood actual. No es habitual que una estrella del cine para adolescentes, protagonista de la saga 'Los juegos del hambre' o una de las mutantes más carismáticas de la saga X Men, se lleve la estatuilla a mejor actriz por un papel dramático. Acostumbran a estar encasilladas como heroínas de la taquilla y les vetan los premios, caso de Tom Cruise o de Harrison Ford, que inexplicablemente no tienen ningún Oscar. Lawrence lo ganó el año 2012 por la película El lado bueno de las cosas. Era muy joven, tenía 22 años. Ahora tiene 33 y toda su vida se ha acelerado.
Es como si todo le hubiera pasado 20 años antes de lo que le tocaría. Estrella a los 20, Oscar a los 22 y operaciones de cirugía estética a los 33, cuando la más normal sería estrella en los 40, Oscar a los 42 y bótox y bisturí en los 53. También habría sido prematuro operarse la cara a los 53 siendo tan fotogénica, expresiva y bonita como Lawrence. Pero es que a la edad de Cristo, tocarse la cara en los 33 es criminal. Así ha aparecido Jennifer Lawrence al lado de la catalana Rosalia, que celebraba su cumpleaños, en París por la Fashion Week en un acto de Christian Dior:
Elegantísima, camisa blanca, pantalones negros, maquillada pero con la cara hinchada por las agujas de ácido hialurónico. El algodón no engaña, se ha pinchado y no parece ella. Un horror que en twitter ha escandalizado a sus millones de fans:
Lo más bestia es que Rosalia ha celebrado en París 31 años, con un pastel y velas. Treinta y un Rosalia y treinta y tres Jenifer Lawrence. Tendrían que parecer gemelas y parecen madre e hija. Quizás Rosalia se ha hecho retoques, pinchado el labio o alguna cosita, pero se lo ha hecho bien. Lo más sorprendiendo de personalidades como la reina Letizia, Melanie Griffith o Jenifer Lawrence no es que se operen sino que lo hagan tan mal y con un resultado penoso. ¿No se pueden pagar el mejor cirujano?