Jessica Goicoechea nunca deja indiferente. La modelo e influencer catalana hace tiempo que dejó atrás la pesadilla de la agresión machista de su exnovio, River Viiperii, y vive con una sonrisa permanente. Algo que transmite cada día en redes, porque es una especialista provocando la euforia de sus 1'6 millones de seguidores, subiendo la temperatura de Internet cada vez que publica sus increíblemente sugerentes fotografías. Bien, a menudo supera esta consideración, la verdad. Siempre tan perfecta como explosiva, el día a día de Jessica es un no parar de aviones, hoteles, piscinas o barcos, fiestas, bikinis y estilismos que te dejan sin respiración. Es un imán para las marcas de moda de todo el mundo, y ella lo sabe y lo explota. Faltaría más.
Que es cualquier cosa menos discreta es una obviedad. Sólo hay que echar una ojeada a su cuenta de Instagram, donde podemos encontrar retratos de todo tipo. Normalmente coinciden en una particularidad: todos tienen sal, pimienta y guindilla sin límite. Pero por inverosímil que pueda parecer viendo algunos de sus modelos, también es humana. Y tiene sus momentos, aquellos en los que el glamur desaparece y queda la persona, a secas.
Que conste que no lo decimos como reproche ni como desprecio, ni mucho menos. Sólo es la constatación de que entre Jessica y el más común de los mortales hay una línea invisible pero indestructible que nos acerca como especie humana. Nos lo acaba de demostrar al coger un tren de alta velocidad (de bajo coste) camino de Barcelona. Era muy temprano, las 7 de la mañana. Tenía sueño, mucho sueño. Sus compañeros de viaje (perros incluidos), también. Y evidentemente todos han 'sobado' en el interior del vagón. Dormir en un tren, por muy Jessica Goicoechea que seas, te hace bajar a la tierra de golpe: cualquier elemento es bueno para taparse, ocultarse de la luz solar y de las miradas del resto del pasaje. Ya saben: intentar disimular aquello de los ronquidos, la boca abierta, la salivilla que cae mientras disfrutamos de la cabezada...
El resultado es una estampa muy alejada de su perfección habitual. Y un verdadero alivio para el resto de la humanidad. Ahora bien, no tiene manías en compartir la instantánea y, además, demuestra ser muy educada: nos dedica un 'bon dia a tothomo' en catalán que le devolvemos con afecto: buenos días a ti también, y buen despertar.
3 horitas después del trayecto ferroviario, Jessica habrá despertado... y nos habrá hecho despertar del 'sueño' a todos nosotros. Con los ojos bien abiertos, seguro que ya tiene en la cabeza la siguiente manera de dejarnos de piedra.