Año 2000. Jesús Vázquez protagoniza la portada de la revista gay Zero y hace temblar los cimientos de la sociedad, caracterizado como Jesucristo. "La pasión de Jesús", rezaba la publicación, que fue la gran "salida del armario" mediática del presentador gallego. Aquello levantó mucha polvareda, no sólo por el acto de libertad, sino por la aparición de los ofendidos de turno, que encontraban indignante la utilización de simbología religiosa. Año 2019. Vázquez recupera la portada en su Instagram. ¿Aniversario? ¿Recordatorio? No. Todo hace pensar que el televisivo lanza otro mensaje a la sociedad, y que la pasión de Jesús tiene ahora un componente de persecución por motivos tributarios: Los 2'8 millones de euros que tendrá que pagar como condena por haber utilizado sociedades ficticias para ahorrarse impuestos.
La reedición de la imagen de Vázquez y su corona de espino llega el mismo día en que el presentador rechaza cualquier deuda con Hacienda: "No debo nada". Se siente perseguido, una vez más, y anuncia que recurrirá la sentencia del tribunal. Todo forma parte de una campaña contra él, reitera, y ataca a los medios de comunicación.
Tiene todo el derecho a recurrir la decisión, a defenderse y a dar su versión. Pero la elección iconográfica, seguramente, le hunde todavía más. Eso de mezclar "churras y merinas" no es una buena estrategia, y menos todavía con temas tan delicados. Las críticas a su frivolidad son masivas.
No parece que Jesús pase por su mejor momento, ya que al tema tributario se le añade el descrédito de los espectadores después de 'sufrir' su nuevo programa, Me quedo contigo, salido directamente del ideario audiovisual machista de los 90. Si quiere presentarse como mártir es su decisión. Pero como maniobra evasiva resulta, como mínimo, censurable.