Que el trifachito ha convertido el Congreso de los Diputados o el Parlament de Catalunya (aquí, bifachito) en una taberna hedionda y oscura es un hecho que venimos sufriendo desde hace meses. El griterío de la tropa carpetovetónica es insoportable y muy maleducado, amparada en la melé de su amplia (pero insuficiente para gobernar) cantidad de diputados y diputadas. La situación excepcional derivada del estado de alarma y el confinamiento por el coronavirus ha dejado la representación parlamentaria bajo mínimos, y en la cámara baja se escucha absolutamente todo. Podría parecer que eso frenaría su insolencia, pero no. Imposible. Va en su ADN. Ahora bien, quedan retratadísimos, que diría Pedrerol.
PP, VOX y Cs están tan acostumbrados al insulto y a la falta de civismo que no pueden contenerse ni en las ocasiones más graves. Como le pasó al secretario general de los populares, Teodoro García Egea, que hizo novillos cuando enseñaban buenas maneras en la escuela. El murciano no calla ni debajo del agua, y nunca para decir nada provechoso. Lo volvió a hacer, interrumpiendo burdamente a Joan Baldoví en la tribuna. El diputado valenciano de Compromís, eso sí, no se deja intimidar y le hizo callar demoledoramente y en catalán: su "¿qué dius?" entra por derecho a formar parte de la historia de las mejores frases del parlamentarismo, como el mítico "a la mierda" del desaparecido José Antonio Labordeta. Miel.
Teo, vuelve "al cole" o calla cuando hablen los adultos.