La Garrotxa se ha convertido en un destino gastronómico muy televisado. Los dos principales concursos de cocina de la pequeña pantalla lo han visitado en poco más de 3 meses. El resultado, por una razón u otra, ha sido similar: acabamos llorando. Por una parte, el 'Masterchef' de Jordi Cruz y compañía, provocaron lágrimas de rabia al ver cómo españolizaban el nombre de la comarca gerundense con un 'La Garrocha' que ponía los pelos de punta. El respeto de TVE por el catalán es legendario, ya saben. El otro gran programa que ha estado en estas tierras volcánicas ha sido el 'Joc de Cartes' de TV3. Pero no, no ha sido la lengua el motivo de los llantos asociados al capítulo, no. Podría ser, porque el espacio de Marc Ribas ha pasado por este trance. La razón es doble: una, la más opinable, es que de "la mejor cocina de fogones" vimos realmente poquita. La otra, irrefutable, es que los 4 concursantes hicieron un pleno: todos lloraban desconsolados. Un mar de lágrimas.
De los 4, las de David Arroyo, de Can Llonga en Els Hostalets d'en Bas, tenían una justificación ligada a la alegría: se llevó el premio y el reconocimiento en un duelo ajustado. Las del resto iban por otro camino. El equipo de producción de DLO Magnolia se gastó los cuartos en pañuelos, porque desde el primer momento había que contener los lacrimales del personal. Los nervios estaban a flor de piel y las madres, ay, las madres, siempre en la cabeza, los labios y el corazón. Vaya por delante una cosa: viva la madre que nos parió, faltaría más. Pero algunos, como Marc Demonjó, de Les Pedretes en Olot, se llevaba la palma. Cada vez que hablaba de su santa madre había drama. Con ella a su lado o sin su presencia. Daba igual.
Antes de continuar con más llantos, destacaremos un detalle impropio que, curiosamente, no hizo que nadie se rompiera en pantalla: en Can Llonga, el ganador, la mujer de David y que se encargaba del servicio demostró que el vino no es su fuerte. Más allá de saber de enología o no, la mejor muestra es que destrozó los tapones de corcho no de una, sino de las dos botellas que tuvo que abrir. Y para acabar de arreglarlo, confundió uno de corcho con una de silicona, que es como comparar un tractor con un zapato. Un disparate que no hizo aflorar emociones fuertes (solo un un gesto como aquel de "¡ostras, los donuts"!) aunque a uno otros de los concursantes se le clavó en las entrañas. Especialmente porque a Josep Güell, de Can Cintet en Besalú, lo hundieron con las votaciones del servicio. Y se lo tomó muy mal: "A mi gente que no me la toquen", decía entre gemidos. 3 de 4. Falta uno.
El pleno lo atribuiremos a Nina Portillo, de La Carpa a Les Planes d'Hostoles. Uno fotógrafa hija de fotógrafos, todos juntos en un restaurante del que, con honestidad, ella misma reconocía que aquello no era su punto fuerte. Pero supuestamente sí el de su "mama", y el recetario era de cosecha propia. No mataba, pero ayer las votaciones eran generosas y, como la semana pasada, no había leñeros dando doses y treses a los rivales. En todo caso no era la mejor aspirante, pero las lágrimas no venían por aquí: eran producto de la tensión del momento en un abrazo familiar. Y se derramaban acabado el servicio, un poco como "qué peso nos hemos quitado de encima".
En pocas semanas 'Joc de Cartes' ha pasado de la guerra a la armonía y a las emociones profundas. Se ve, sin embargo, que el exceso de llantos no gustó tanto como otros días. Hizo líder a TV3, sí, pero perdiendo fuerza con un 15'9% y 277.000 fieles. Una lagrimita para completar el capítulo.