Después del paso del huracán Pilar Salazar en 'Joc de Cartes', Marc Ribas nos proponía una nueva búsqueda culinaria y sociológica. Una propuesta golosa, con muchos adeptos potenciales. ¿A quién no le gusta una noche de burger o pizza? Pues, como mínimo, al 24,7% de los espectadores que miraban la televisión. Un éxito incontestable, líder sin ningún tipo de discusión. 4 establecimientos barceloneses, 2 dedicados a la hamburguesa y 2 más al plato estrella de la gastronomía italiana, competían por los 5.000€ y por el reconocimiento de levantar el trofeo del programa. También trataban de no manchar la reputación de sus locales, y no superar el revuelo que vimos en Vaquerisses y que ha continuado toda la semana. La empresa era complicada, aquello fue máximo. Y quizás por eso todo parecía mucho más light que el capítulo de estreno.
Ahora bien, 'Joc de Cartes' volvió a hacer su magia. En primer lugar gracias a un trabajo de casting equilibrado. Todo el mundo tenía su qué. Un sabelotodo, un soñador, una luchadora y una celebridad de las redes sociales. Las pizzas se impusieron sobre las burgers, coronando a Marianna Knyazyan, del restaurante Giorgio, una armenia que perdió a su padre hace 2 años y que hablaba un catalán 5 estrellas. Local muy mono, educada, platos con buen aspecto, puntuaciones generosas... Ganó sin despeinarse a pesar de su competencia directa: el celebrity Pino Prestanizzi. Tiene un local en el barrio de Sants, la Briciola, que es un templo de la pizza. Pero el alma es él mismo, un tipo sin pelos en la lengua, vehemente y con un canal de Youtube que arrasa: 1,16 millones de suscriptores que devoran sus vídeos. Es un experto de vieja escuela, el "puto amo|dueño". Pero hay detalles que hicieron decantarse la balanza: por ejemplo, el estado de la cocina.
¡Enhorabuena, Marianna! Giorgio gana el duelo entre pizzas y hamburguesas. La pizza se declara ganadora y Marianna se lleva los 5.000 € hacia casa ���� ����#JocDeCartes3Cat
— 3Cat (@som3cat) November 8, 2023
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Durante la visita de reconocimiento a las instalaciones, Marianna, Óscar (experto en marketing, que no en cocina) y Marc (del Ovante, hamburguesería de cine y cómic), detectaron presencias extrañas: aunque la cocina estaba bastante limpia, se dejaron dos muertos pululando. Por una parte, un puñado de tuppers apilados y sucios como una mala cosa, con ese tipo de porquería con solera. Pero lo que realmente hizo saltar las alarmas fue otro hallazgo asqueroso y con vida propia. "¡Hostia! ¡Buah!", exclamaron. Era una cucaracha corriendo por allí, no muy grande pero lo bastante visible para revolver el estómago de comensales y televidentes. Sí, Barcelona tiene un problema de plagas. Y están más extendidas de lo que muchos percibimos. Pero es televisión. La gente se lo mira con lupa. Y no queda nada bien. La 'cuqui' trajo cola.
El papel de malo de la noche era el de Óscar, pero un malo descafeinado. Uno que te la clava, pero que te pide permiso, perdón y te abraza después. Iba muy sobrado pero se estrelló con las puntuaciones. Un aprobado raspado que, eso sí, dejaba un suspenso como una catedral a la categoría más importante, la de la comida. Quiso jugar sus cartas para justificar su puntuación baja a Pino por el tema de la cocina. Cuando iba a soltar la bomba en forma de insecto, Marc (el concursante) le dijo "no lo digas, no hace falta". No quería hacer sangre, quizás pensaban que el programa se lo ahorraría en edición. Ay, pardillos. Aquí se enseña todo, de eso se trata. Pino se enfadó, claro, pero no pasó de allí. La cucaracha no provocó una guerra. Quizás algún grito de espanto en casa, pero ya. Y una cosa para rematar: con 'cuqui' o sin ella, comer en Can Pino parece una idea muy recomendable. Claven los dientes y los ojos en la pizza, y ya estaría.