Joel Joan y Toni Soler son dos de las personalidades más comprometidas con el país. Tienen mucho éxito, son queridos y valorados y comparten preocupación por el futuro del catalán y de los catalanes. Impecables. Los dos han pasado de poner la cara a poner el bolsillo, de televisivos a productores. Empezaron en TV3 haciendo programas de tanto éxito como Plats bruts o Malalts de tele, los dos de El Terrat, la productora de Buenafuente. Gustaron tanto que crearon su propio imperio. Joel Joan tiene Arriska y Toni Soler, con el exdirector de TV3 Francesc Escribano, tienen Minoría absoluta. Ha sido precisamente una de las producciones de Minoría la que ha levantado la crítica de Joel Joan, a partir de una columna de opinión de Pep Antoni Roig en El Nacional. Al columnista no le ha gustado que en Smiley, la serie catalana que produce Minoría absoluta para Netflix y que está siendo un éxito, la lengua catalana que se habla en Barcelona aparezca minorizada. Joel Joan difunde el artículo y añade el nombre de los productores:

Joel Joan TV3

Joel Joan hace suya la crítica y añade un calificativo muy duro "Patético" y etiqueta a los dos productores diciéndoles "Dónde vais, Toni Soler y Paco Escribano". El cierto es que la serie está doblada al catalán íntegramente pero la versión original es la que a pesar de situar la acción en Barcelona, solo hablan catalán tres personajes caricaturescos. Así lo quiso el autor, Guillem Clua, y lo aceptó el co-productor ejecutivo, Escribano, y por supuesto quien paga la fiesta, la empresa norteamericana Netflix. Mirar la serie con ojos catalanes hace que chirríe el nulo uso del catalán de actores como Carlos Cuevas o Miki Esparbé.

Guillem Clua ACN

El problema no es Clua. Su obra de teatro que origina la serie era íntegramente en catalán con solo dos personajes. Ni es Minoría absoluta que planifica toda la producción en Barcelona. Es Netflix que acepta pagar el doblaje al catalán pero ya le va bien que los protagonistas no hablen ni una frase en catalán y solo lo hagan una familia colateral, la más cómica, la heterosexual convencional. Si en la obra de teatro los dos protagonistas, Àlex y Bruno, eran catalanohablantes y hablaban catalán entre ellos es evidente que alguna cosa se ha perdido en la adaptación: el catalán. La razón del cambio es llegar a más gente sin el "fastidio" de los subtítulos. Eso no ha gustado al columnista de El Nacional ni a Joel Joan. Conviene leerse la columna de opinión.

"Smiley se recrea en el mantra que la clase trabajadora catalana solo habla castellano o que en Barcelona el catalán solo lo utilizan las clases acomodadas y los burgueses de derechas. Todos los otros personajes de la serie, absolutamente todos, no dicen ni una palabra en catalán. Pero no solo eso: a pesar de estar ambientada en Barcelona, la serie arrincona y reduce tanto nuestra lengua a los clichés mencionados que ni un triste figurante con frase es capaz de pedir una "aigua amb gas" en el bar donde trabaja el otro protagonista". El autor, con el aplauso de Joel Joan, remata "Desgraciadamente, la sensación general es que el catalán últimamente se incrusta en las ficciones audiovisuales hechas en Cataluña como un elemento meramente complementario y folclórico. Más como una lengua de memoria que no de uso normal". Una buena reflexión para una buena serie.