Tras proclamarse ganador de Roland Garros por 14.ª vez y de conseguir su 22.º Grand Slam, Rafa Nadal tiene previsto ir a por el 23.º. ¿Dónde? En Wimbledon. Hace unos días concedió una rueda de prensa donde anunció su intención de jugar en el mítico torneo de Londres, momento en que los periodistas aprovecharon, por cierto, para preguntarle sobre su nueva paternidad, "No tengo previsto que la paternidad suponga un cambio en mi vida profesional". Enseguida, avalancha de críticas: "Nadal descubriendo lo que supone la paternidad para los hombres", "Por supuesto, porque es un señor y además rico". Este martes le han seguido silbando las orejas al tenista mallorquín, pero por otras declaraciones.
¿Sobre qué? Sobre los tenistas rusos. Después de la invasión de la Rusia de Vladimir Putin a Ucrania, la FIFA ha expulsado a todos los equipos rusos de las competiciones internacionales. Tampoco estarán, evidentemente, en el Mundial de Qatar que se celebra los próximos meses de noviembre y diciembre. La ATP, en cambio, la Asociación de Tenistas Profesionales, no va en la misma línea. Un ejemplo paradigmático es la decisión que han tomado después de que los organizadores del torneo de Wimbledon, que empieza el próximo lunes, hayan vetado la participación de tenistas rusos en su torneo. ¿La respuesta de la ATP?: castigar al prestigioso torneo británico. ¿Cómo? En esta edición de Wimbledon no se repartirán puntos en el ranking mundial que la ATP controla. Así las cosas, no habrá en Wimbledon jugadores como Daniil Medvedev, actual número 1 del mundo. Sí, en cambio, estará Rafa Nadal.
Ganador de dos Wimbledon, los años 2008 y 2010, Nadal está de acuerdo con la ATP en que los ingleses se equivocan al no permitir jugar a los rusos: “Creo que es muy injusto para mis compañeros rusos. No es su culpa lo que está pasando en este momento con la guerra”. Quien se ha pronunciado sobre estas palabras ha sido uno de los mejores periodistas y escritor del mundo, apasionado, por otra parte, por el mundo del deporte, el británico John Carlin. Autor, precisamente, del libro Rafa: mi historia, Carlin se pregunta y le pregunta a Nadal, desde su artículo de La Vanguardia: "¿Es verdad que la guerra no es culpa de Daniil Medvédev, el actual número uno mundial? ¿Es verdad que tampoco es culpa de sus compatriotas de a pie, a los que se ha privado del deleite de comer una hamburguesa McDonald’s, o de saborear un frappuccino made in Starbucks?". Él mismo responde: "A primera vista, sí. Si Nadal y la ATP lo ven así, que lo digan". Pero Carlin pone aquí otro nombre sobre la mesa.
Porque emplaza a Nadal a que le diga eso a Ígor Denísov: "Si Nadal y la ATP lo vende así, que lo digan. Y que se lo digan a Ígor Denísov". El escritor recuerda que la mayoría de rusos aprueba la guerra y que poquísimos se han atrevido a denunciarla en voz alta. Uno de los que lo ha hecho, Denísov, capitán de la selección rusa de fútbol entre el 2012 y el 2016: "Un completo horror", ha dicho recientemente. No sólo eso, también se ha declarado a favor del boicot deportivo contra su propio país, el contrario que Nadal: "Si nuestro país entró allí, yo considero que es culpa de todos nosotros". Declaraciones valientes y conscientes del riesgo que asumía: "A lo mejor me arrestan o me asesinan después de estas palabras, pero estoy diciendo las cosas como son". Carlin, al oírle, exclama: "¡Qué huevos! Denísov vive en Rusia. Medvédev, que no ha dicho ni pío contra Putin, vive en Mónaco". Y le envía a un recadito final a Rafa Nadal: "La injusticia, Rafa, no es que tu compañero ruso no juegue en Wimbledon. La injusticia—la vergüenza–es que le dejen seguir jugando en todos los demás torneos del circuito internacional".