Poco a poco vamos conociendo los detalles de la hoja de ruta veraniega de Jordi Basté. El director y presentador de 'El Món a RAC1' estrenó su periodo de descanso en Barcelona: no se quiso perder el concierto que Àngel Llàcer, Manu Guix, Elena Gadel o Ivan Labanda ofrecieron dentro de la programación del Festival de Pedralbes. Un homenaje a los grandes musicales que le hizo vibrar de lo lindo, pero que después de ver lo que ha compartido en las redes sociales era sólo el preludio de una explosión de gozo absoluto.
Basté ha dejado Catalunya y ha pasado por Madrid, la capital de España o de la "libertad" de los peperos, ya saben. Allí se está dedicando a hacer turismo, claro, aunque alejado de los estereotipos más manidos. Sus intereses son particulares: por ejemplo, visitar un lugar como la Fábrica de Moneda y Timbre. La casa de la pasta, sí. Mejor dicho, 'La Casa de Papel'. Porque Jordi no buscaba su sede real, sino la que popularizó la serie del mismo nombre, protagonizada por Úrsula Corberó, Najwa Nimri o Alba Flores, entre otros. Un éxito mundial producido por Atresmedia y emitido en Netflix que tiene millones de fans. El periodista es uno de ellos, y allí se ha encontrado con una sorpresa: el edificio alberga las instalaciones del Centro Superior de Investigaciones Científicas, donde están trabajando para producir una vacuna intranasal contra la covid: "la realidad siempre mejora la ficción", ha dicho.
La jornada ha sido provechosa y se tenía que acabar de la mejor manera posible: con un buen festín. El menú, eso sí, es cualquier cosa menos madrileño o 'castizo': ni cocido, ni cañas y tapas, ni gaitas. Ha ido a un restaurante japonés (que mantiene en secreto) donde se ha puesto las botas con una suculenta selección de pescados y carnes, de aquellas que hacen salivar sólo echando una ojeada. Normal: dice la leyenda que en Madrid se puede comer mejor marisco y pescado que en cualquier localidad costera. Cosas de la centralización obsesiva del estado: 'todo pa' Madrid'. A Galicia van a menudo, cargando trailers y aviones llenos de mercancías de calidad suprema. Ahora bien, después les molestan mucho los carteles en la lengua de la tierra. Pero vuelven con la barriga y la despensa bien llenas.
El espectáculo gastronómico ha sido importante, y su buen humor se ha multiplicado según iba zampándose las delicias que le servían en la mesa. Basté era puro cachondeo: ha llegado a exclamar el grito de guerra merengue que provoca alergia en cualquier culé como él, "ala Madrid". Bien, le disculpamos el lapsus. En una situación como esta, se entiende todo.
Si antes teníamos interés por curiosear las vacaciones de Jordi, ahora todavía más. Nos morimos por conocer qué sorpresas nos esperan de aquí a septiembre. Cuando menos, no pasaremos hambre. Un poco de envidia, sí. Pero nos alimentaremos por la vía visual. ¡Que aproveche!